Opinión

¿Cómo juzgará la Historia este 19 de octubre de 2017?

Escribo la víspera de este 19 de octubre de 2017, un día en el que vence el ultimátum y tras el que el Gobierno central (y quizá el Govern catalán) tendrán que tomar decisiones trascendentales para el futuro de todos nosotros. Nada nos han consultado, de nada nos han informado. Escribo contemplando, hoy con cierta distancia, una Cataluña agitada, convulsa, sometida a esas tensiones emocionales que tantos errores propician. Escribo hoy desde Madrid, que contiene el aliento ante lo que ocurra en las horas inminentes: ¿qué hará Rajoy?¿Qué responderá Puigdemont? Parece increíble que las incertidumbres, tan mayúsculas, se mantengan, al menos para los ciudadanos, hasta minutos antes de que las grandes decisiones se conviertan en hechos.
¿Cómo juzgará la Historia, dentro de no más de cinco, seis, años, lo que vaya a ocurrir este 19 de octubre de 2017? Uno, al fin y al cabo nada más que periodista, cuya función es contar y analizar lo inmediato, para que otros luego lo historien, solo puede decir que escribe, en un día como hoy, desde el estupor, desde la tristeza de contemplar cómo todo se mueve en el dislate, en la tozudez del error del que no se quiere salir. No seré equidistante: la sinrazón básica está en el lado de la plaza de Sant Jaume. Pero sí seré crítico: se entregó al poder judicial lo que debería ser la conducción política y ya se sabe que los jueces no titubean ante la aplicación de la ley vigente, que es algo que la política debería encargarse de modular. Claro que la justicia reclamaba la prisión de los Jordis. Y la de Trapero. Y, ya que estamos, la de Puigdemont, Junqueras y la señora Forcadell, que están en el embrión de una incuestionable sedición, agravada por varios delitos, el electoral -menudo pucherazo el del 1 de octubre- entre otros.
Pero es obvio que meter en la cárcel al que todavía--no le queda mucho tiempo- es molt honorable president de la Generalitat y a su estado mayor es, por mucho que sus actos sean inconcebibles desde el punto de vista legal, racional y democrático, caza mayor. Demasiado mayor. Todavía hay que soñar, con la aplicación del artículo 155 o sin ella, y según cómo se aplique, con mantener la conllevanza orteguiana con una Cataluña que, simplemente, no puede dejar de ser España, aunque se hayan producido ya males difícilmente reversibles a corto plazo, sobre todo en el plano económico.
El Gobierno central y sus ahora coyunturales aliados socialistas y Ciudadanos tiene que poner en pie un plan de Estado. No vale con limitarse a aplicar la ley y considerarse satisfecho con ello, máxime cuando, como hemos visto, la ley se aplica a unos de una manera y a otros de otra. `Summa lex, summa iniuria`, decían los romanos, y creo que tenían razón: la aplicación estricta de la normativa legal no puede causar males mayores que su no aplicación. Y ahora, Rajoy está ante esta disyuntiva. Es un hombre prudente, a veces en exceso prudente, y se lo piensa mucho antes de actuar, en ocasiones demasiado. Está mal aconsejado en comunicación, en tácticas y en estrategias, y tiene demasiados asesores legales. Este miércoles, en la sesión de control parlamentario, se vio al presidente del Ejecutivo central firme, pero desde la firmeza en el vacío. Y volvemos a lo de antes: ¿qué diablos piensa hacer, para que podamos darle, como quisiéramos muchos, nuestro apoyo, o para ayudarle con nuestra crítica legítima, pero constructiva?.
Esto, en suma, no puede seguir así, ni se nos puede seguir pidiendo aquiescencia a la espera de la varita mágica, del conejo en la chistera presidencial. Hay quien pide, ya, renovación de rostros, disolución inmediata de unas cámaras legislativas que funcionan a medio gas para dar paso a unas elecciones generales anticipadas, que supongan barajar de nuevo. Solo estoy parcialmente de acuerdo con esta petición: sí, hacen falta políticas y quizá rostros nuevos, ideas frescas, estrategias mejor planificadas, tácticas más arriesgadas. Pero no podemos desconocer la máxima ignaciana, según la cual en tiempo de crisis no conviene hacer mudanza.
Esas elecciones -desde luego, las autonómicas catalanas: esas sí son, creo, urgentes- tendrán que llegar más pronto que tarde, porque los mensajes que nos llegan están agotados. Pero no ahora; ahora es hoy, este 19 de octubre de 2017 que los historiadores, me parece, juzgarán tan duramente. Y esta es una de las pocas certezas que en este minuto soy capaz de aventurar, cuando oigo los ecos indignados, exaltados más o menos artificialmente, en las calles catalanas y cuando escucho voces de halcones que, desde los aledaños del poder, piden máxima dureza `a Madrid`. ¡Cuánto error, cuánto inmenso error!

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