Opinión

Iglesias: irse o refundar Podemos, que elija

Me parece excesivo el protagonismo del `chalé de los Iglesias`, de Pablo e Irene. Me alegra por ellos esa prosperidad económica que exhiben. Quizá ahora entiendan que vivir en un chalé, en el campo, no es necesariamente malo, como antes Pablo decía. A mí me parece un síntoma de, digamos, aburguesamiento de quien tanto presumía de combatir los fastos y abrigos de pieles. Porque Iglesias era un demagogo, excepcionalmente dotado para la propaganda y también para la política con minúscula; aprovechó bien una coyuntura en la que los españoles estaban -y están- hartos de un bipartidismo que ha abusado a fondo de la ciudadanía, y no hay más que ver lo que ha sido el pasado en las comunidades de Madrid, Valencia o, en otro orden de cosas, Andalucía. Estaban muchos hartos y cinco millones miraron esperanzados hacia esa extraña formación emergente, capitaneada por un señor con llamativa coleta, que gritaba lo que gritaba sobre los de la transición y los de los chalés unifamiliares.
Luego vinieron los líos de pareja-parlamentaria. Y otras muchas cosas. El chalé solo muestra que Pablo ha completado su transformación: ahora es uno de ellos, quiero decir, de nosotros. Ya no podrá seguir vociferando contra mucho de aquello contra lo que desde sus asambleas de Facultad ha vociferado. Tenga cautela el señor Iglesias, que España es país envidioso, cualidad que no se excluye en las filas moradas, y esa dacha ha de pasarle factura. O se marcha de la dirección de Podemos, que es una formación necesaria, pero ahora con el alma partida en dos, o... refunda Podemos.
Que es lo que yo creo que debe hacer. Dejar paso a un protagonismo de gentes como Iñigo Errejón. O Carolina Bescansa. O José Manuel López, el expulsado por alguien políticamente poco presentable, como Ramón Espinar.
Y, sobre todo, tiene que aclararse ante los grandes problemas del país. Cataluña, que es el más inmediato, por ejemplo. Me importa una higa si se compra un chalé `de lujo` -como dicen aviesamente, y exageradamente sin duda, las crónicas--, pero me gustaría verle en La Moncloa, con Rajoy, con Sánchez, con Rivera, que ignoro si tienen algún chalé oculto en su armario, hablando de cómo hacer frente a ese desafío surrealista que representa el tándem Puigdemont-Torra. Hace tiempo que no oigo a Iglesias, ni a su pareja parlamentaria, ni a ninguno de sus centuriones, hablar de lo que ocurre en Cataluña, ni criticar al flamante president de la Generalitat, ni extenderse acerca del 155 sí o no, ni sobre Llarena, tan polémico.
¿De qué diablos me sirve a mí un líder político que no aporta oxígeno ideológico a las grandes cuestiones -por ejemplo, la desigualdad- que tiene planteadas el país y que ha de gastar su tiempo en defenderse, de manera algo absurda, por haber comprado un chalé, o chalet, como usted prefiera?. De nada. El emergente anda sumergido. O se va, o refunda Podemos, ya digo. Y pido perdón por haberme metido, aun creyendo que es tema secundario, en la gran polémica del día. Puede que tan anecdótica no sea la cosa, en el fondo.

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