Opinión

¿Hay o no hay vida tras el 155?

Tres semanas para las elecciones catalanas y no hemos avanzado ni un paso. Bueno, sí: posiblemente dentro de unas horas salgan en libertad el ex vicepresident Junqueras y los `consellers` que aún siguen encarcelados, lo que es un factor (la liberación) que servirá para normalizar algo, la que se presenta como más anómala campaña electoral en la historia del mundo mundial. Me alegraré de que los miembros del difunto Govern catalán vuelvan a la calle, a los mítines, tras haber asumido el fracaso del `procés` que ellos deberían haber sabido mejor que nadie que conducía a la nada o, peor, al desastre.
Y me alegraré porque, con la marcha atrás primero de los miembros de la Mesa del Parlament, con la señora Forcadell a la cabeza, y ahora con la `reconsideración` de Junqueras y compañía, la independencia catalana ha sufrido un duro golpe, de lo que no voy a negar que me alegro mucho: ahora parece como si todos los líos derivados del `procés secesionista` hubiesen sido casi una broma de quienes los impulsaron. Con el paso de la salida de la cárcel, que es lo más previsible cuando escribo este comentario, también algo se habrá mejorado: la competencia entre las listas independentistas se recrudece y quien está `sobre el terreno` es Junqueras, mientras que Puigdemont sigue en tierras lejanas, cometiendo error tras error; lo previsible es que su candidatura, una extraña amalgama de personas de pelaje variado, sin programa y sin objetivos, se vaya desinflando en estas tres semanas, posiblemente en favor de la de Esquerra, por mucho que esta vaya encabezada por alguien con la escasa talla política de Marta Rovira. El `procés` no da para más.
Lo normal es que los encarcelados salgan libres, a la espera de su juicio. Lo normal es que Esquerra gane las elecciones, aunque no sean descartables sorpresas, como va sugiriendo Albert Rivera en favor de Ciudadanos. Lo normal es que los de Esquerra intenten una coalición `in extremis` con la nueva versión del PDeCat. Lo normal es que haya conflicto de personalismos entre los ya ex aliados de Junts pel Sí. Lo normal es que Puigdemont, haga o no el `numerito` de presentarse en España, para ser detenido, antes de las elecciones, quede aparcado, como el apestado que ya está siendo. Y, entonces, lo más previsible, que no sé si lo más normal, sería la formación de un tripartito ERC-PSC con los `comunes` que encabeza ahora una figura, a mi entender sensata, como Xavier Doménech. No sería, al menos, un Govern independentista, y la presencia de los socialistas en ese equipo de gobierno serviría para moderar las ínfulas secesionistas de Esquerra.
¿Es este un panorama de `normalidad` para el catalán medio? Lo veremos en las urnas. En todo caso, va a ser una normalidad precaria, que al menos permitirá que se desarrolle la vida tras la dura aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ahora falta de comprobar si de todos los planes que estamos escuchando para el futuro -reordenación de las finanzas autonómicas, reforma constitucional, medidas concretas en favor de la economía catalana- algunos, o todos, se ponen efectivamente en marcha como una apuesta de futuro. Mientras, a seguir aguantando esta campaña -porque campaña está siendo- sin más programa ni pretensiones que acudir a tomar un vino televisivo con Bertín Osborne y cosas por el estilo: ya hemos visto otras frivolidades semejantes en campañas anteriores. Puede que, efectivamente, el 21-D se inicie esa nueva era de la que tanto hablan, hablamos. Animo, que no está tan lejos.

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