Opinión

El gran pacto nacional que necesitamos ya

El día 15 de junio de 1977, hace cuarenta años, se celebraron las primeras elecciones democráticas desde la segunda República. Hacía otros cuarenta años que los españoles no acudían libremente a las urnas. Y aquel 15-j-77 se suscribía un enorme pacto tácito de convivencia política que ha durado, a trancas y barrancas, justamente hasta ahora. Y que es preciso renovar. Que es urgente, a ver si se entera una clase política que se ha instalado entre el miedo a los cambios y el trapecio sin red, renovar.
Siempre he sostenido que la Historia contemporánea de España se entiende con el estudio de períodos de cuatro décadas. En el mejor de los casos, es la duración máxima de una impronta reformista, la última de las cuales estuvo impulsada por la figura irrepetible de Adolfo Suárez. Pero aquella transición acabó. Y este mes de junio de 2017 España y el mundo van a tener cosas muy diferentes a aquel espíritu de reconciliación y regeneración que sentó nada menos que a Dolores Ibarruri y a Rafael Alberti en el Congreso de los Diputados. Una Cámara que estaba dominada por Unión de Centro Democrático, que era un partido de aluvión, apresuradamente creado por Suárez, y en la que el PSOE de Felipe González logró, con 120 escaños, barrer del mapa al Partido Comunista de Santiago Carrillo. Y, no lo olvidemos, que no lo olviden quienes se proclaman herederos remotos de aquel PCE, que los comunistas aparecían, en teoría, como la principal alternativa de la izquierda.
Lo digo porque este mes de junio, el de aquí y ahora, va a registrar una moción de censura de Podemos contra Rajoy que puede interpretarse de muchas maneras, pero no como un intento de acabar con Rajoy. Y, casi al tiempo, se celebrará un congreso del PSOE en el que el partido que ha regresado a las manos de Pedro Sánchez, controvertido donde los haya, pero sin duda triunfante en las urnas internas, tendrá que definir sus líneas de actuación: ¿hacia un 'Gobierno de progreso' con Podemos y otros pequeños partido de izquierda y nacionalistas, si es que ello fuese factible? ¿O hacer una 'oposición constructiva' a Mariano Rajoy, al que no se ve fuera de La Moncloa al menos hasta dentro de dos años? 
En medio, Ciudadanos, que es el partido que podría reclamarse heredero del ideario de UCD... si eso no lo estuviese haciendo ya el Partido Popular, cuyos escándalos de corrupción pasada están derivando en un descenso en el aprecio de los encuestados, mientras Albert Rivera se convierte en el político más valorado, aunque su partido naranja no lo sea, por el momento, tanto.
Lo que ocurre es que, hace cuarenta años, nadie hablaba -aún- del 'problema catalán', quizá porque, aunque Ortega y Gasset tanto escribiese sobre la cuestión ya a comienzos del siglo XX, ese problema no estaba sobre la mesa. Errores desde ambos polos, Barcelona y Madrid, han ido enconando un tema que ahora reclama un imprescindible pacto nacional en pro de la unidad de la patria: partidos, instituciones, medios de comunicación y, claro, sociedad civil tienen que suscribir ese pacto, olvidando egoísmos, racanerías, perezas y complejos paletos. Y, desde luego, teniendo en cuenta que el mundo está cambiando: ahí tienen ustedes esas elecciones británicas de esta semana que sancionarán, con el Brexit, nada menos que el fin de la Unión Europea tal y como la conocíamos. Si el mundo tanto está cambiando, algo tendrán que reflexionar, digo yo, nuestros representantes acerca de la necesidad de nuevos modos, nuevas estrategias y tácticas, nuevas ideas.
En 1977, aquellas elecciones, en las que competían numerosas siglas, algunas surgidas de la improvisación, otras de la clandestinidad, no lograban esconder un espíritu común: todos aspiraban, en distintos grados, a la reforma, a la refundación del Estado, con un halo constituyente. Y son precisamente ese espíritu regeneracionista, ese halo reformista de la presente, buena, Constitución de 1978, lo que necesitamos... para afianzar un estado de cosas para otros cuarenta años, si posible fuera. Que, seamos optimistas pese a todo, debería serlo.

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