Opinión

...y Franco entra en campaña (contra Sánchez)

El presidente Macron, tras dos meses de su 'campaña nacional' preguntando directamente a los franceses qué está fallando en la República que es un modelo secular de democracia, ha pedido a sus ministros que elaboren 'propuestas rock and roll', medidas concretas que pongan una capa de realidad ilusionante a la decepción de los ciudadanos. El jefe del Estado francés, una de las figuras más atípicas entre los gobernantes europeos, ha querido así atajar la evidente indignación plasmada en los 'chalecos amarillos' ante un estado de cosas. Y lo cierto es que ha aumentado su popularidad, porque él siempre está en campaña electoral. Más o menos como Pedro Sánchez, pero de otra manera.
Jamás critiqué eso que se llama 'electoralismo'. Si no fuese por las campañas electorales, aún andaríamos en el derecho de pernada. Lo que pasa es que una cosa es prometer y cumplir, aunque sea a base de medidas efectistas 'rock and roll', como quiere Macron, y otra es el españolísimo dicho de 'prometer hasta meter (el voto, claro) y, una vez metido, olvidar lo prometido'.
Volviendo al tono de respeto, me parece que es lo que va a ocurrir con Franco, promesa electoral suprema para el Gobierno socialista: apuesto que el 10 de junio, la momia del dictador va a seguir en el Valle de los Caídos. Y, de momento, el Gobierno ha logrado que todos enarquemos unas cejas escépticas ante lo que el Supremo tenga que responder, en tiempo y forma, al recurso de la familia del dictador. Me parece que Pedro Sánchez ha hecho entrar a Franco en la campaña y que aquel a quien se llamó, tan aduladoramente, 'el generalísimo' hará, efectivamente, campaña... pero contra Sánchez.
Va a ser un 'efecto boomerang' por completo innecesario. Me parece que ni los de la 'generación Greta Thunberg' (a los que bien podríamos dejar votar ya), ni los 'indepes' que este sábado tomaron Madrid están demasiado apasionados por el hecho de que Franco entre o salga del Valle de los Caídos. Ni los pensionistas, ni los ecologistas y, sospecho, ni usted ni yo.
Y sí, yo quisiera que Franco saliese de Cuelgamuros, que España se reconciliase en un 'Arlington nacional'. Lo que no me gustan son los trucos efectistas ni las ocurrencias para ganar puntos ante las urnas: ni los 'fichajes' mediáticos que nada tienen que ver con la resolución de los problemas ni esas propuestas que quienes las lanzan saben que no han de cumplirse. Y, de paso, debo denunciar que ninguno de los verdaderos problemas de la nación, desde la reforma constitucional hasta el cambio climático, desde el despoblamiento del interior de España hasta el envejecimiento de la población y cómo fomentar la natalidad, o la inmigración, o la educación, o la desigualdad, se abordan con las necesarias ideas nuevas y profundidad a la hora de 'prometer hasta meter'.
A nadie se le ha ocurrido 'hacerse un Macron' preguntando a los españoles qué piensan, qué sienten, de qué creen que carecen. No: este sábado, horas después de que los 'dieciseisañeros' expresasen sus inquietudes en un nuevo 'viernes por el futuro' y horas antes de que los 'indepes' hiciesen oír por el centro de Madrid sus gritos, algunos bien oportunistas, pero expresión de un problema, los líderes andaban o de mítin gritón o presentando a sus 'nuevas y renovadas' cabezas de candidatura: nuevos rostros para ¿seguir albergando las mismas ideas?. Si Franco levantara, espero que no, la cabeza...

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