Opinión

El mundo bajo tu ventana

Con la tragedia de Barcelona nos hemos olvidado de ese otro mundo que, como decía Lennon, pasaba debajo de su ventana. La situación que ha generado el atentado de las Ramblas en todos los estamentos, niveles, centros de decisión y ciudadanía pura y dura es de una magnitud acorde con el salvaje dramatismo del suceso. Por eso, contemplar las grabaciones de la cámara del comercio de la gasolinera donde cuatro adolescentes vestidos con camisetas occidentales –sospecho que una de ellas pertenece a un equipo de fútbol de los que han entrado ayer en el bombo de Liga de Campeones- charlando animadamente con el personal que los atiende, produce tanto escalofrío. Son chicos como otro cualquiera, y nadie podría suponer que bajo ese aspecto doméstico y tan común se esconden cuatro asesinos dispuestos a volar por los aires una ciudad entera matándose para ello si hiciera falta. La visión de cuatro chavales de menos de 18 años sonriendo, bromeando, serenos, sin asomo de huella alguna en el semblante por las atrocidades que estaban cometiendo y convencidos probablemente de que de madrugada estaría muertos, escalofría y conmueve. Todos habían sido adoctrinados por un individuo siniestro y sanguinario que se dedicaba a convertir en alegre carne de cañón una tropa de niños abducidos destinados a morir por Alá. No hay históricamente guerras más crueles y actos más brutales que los que se perpetran con el nombre de Dios por bandera.
Pero Lennon decía que aún medio atontado por el sueño, le echaba un ojo al mundo que pasaba junto a su ventana y quizá es lo que cabe hacer ahora mientras ese mismo mundo comienza a entrar en razón tras este paréntesis bárbaro. Hora es ya de cambiar de rumbo y que el viento haga rolar la botavara. Mientras  buscamos una racha en popa que nos saque de esta, responsabilidad será de las distintas autoridades construir un acuerdo y reflexionar profundamente sobre aquello que se ha hecho bien que es mucho y lo que se ha hecho mal que también lo es.
Al resto no le queda otra que confiar en la competencia de los que saben y  en la perseverancia de las fuerzas y cuerpos de seguridad que probablemente han evitado sin que el resto tengamos conocimientos, un centenar de atentados de la misma intensidad y dramatismo de los de Barcelona trabajando permanentemente en la sombra y procurando que estos horrores sean materia aislada. El problema es que si de todos ellos uno se cuela se produce una masacre de la que todos podemos ser víctimas. Por eso, es lícito tener miedo. Ahora lo que cumple es aprender a dominarlo. Y no es tan fácil.

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