Opinión

Un debate, al menos un debate de verdad

Asisto a la primera sesión de control parlamentario en el Congreso de este curso político recién inaugurado, pero ya tan atiborrado de conflictos. Tensión en el hemiciclo, mucha. Están todos los líderes y los vicelíderes nerviosos, conscientes de que hay mucho en juego; al menos para ellos, porque no estoy seguro de que la ciudadanía sea lo que les quite el sueño. A Sánchez se le ve esta tensión en la mirada y en un ojo que se entrecierra en ocasiones. A Casado, en el parlamento nervioso. A Rivera, en que no acaba de controlar el alcance de sus palabras y hasta pierde la mesura cuando le pregunta al presidente del Gobierno por su tesis doctoral, ahora que estamos en plena fervorina de másters universitarios. A Pablo Iglesias se le nota en todo: se sabe vicepresidente `de facto`, y está encantado; lo que no dan las urnas, salamantica non prestat.
El país anda hecho unos zorros, con perdón, con esta clase política tan pendiente de las próximas elecciones, sean cuando fueren. Estas sesiones de control son pirotecnia, pero con misiles de carga hueca, como algunos cerebros que dan vueltas por el salón de pasos perdidos. Buscan el efecto inmediato, salir en la crónica de la tele y ya.
Los problemas, mire usted a Cataluña, se adensan, y vemos que en el Ejecutivo todo son contradicciones; el presidente salió enfurecido porque alguien le preguntó si no se había enterado de que Carmen Montón iba a dimitir, pese a que él aseguró que no lo haría apenas hora y media antes. Se le ven las formas del 'te vas a enterar', ahora que ha descubierto que desde La Moncloa se pueden controlar la tele, algunas opiniones y muchísimas voluntades. Y que los que son molestos pueden ser sacudidos como una mosca cojonera.
Es preciso un debate en serio, donde la oposición que no está sabiendo serlo someta al Gobierno, que tampoco, a un marcaje de preguntas que exigen las respuestas que, a su vez, la ciudadanía no dormida exige. Los mirones, como quien suscribe, palpan desconcierto y descontento. Hay que convocar elecciones de una vez, pero, antes, hay que acordar una fecha para celebrar el debate sobre el estado de la nación, que ya ni nos acordamos de lo que era eso, que, por cierto, tan poco le gustaba a Mariano Rajoy. No sé en qué diablos están pensando el PP y Ciudadanos que no urgen ya la celebración de este acto de madurez democrática y parlamentaria: están dejando que el legislativo se muera de no usarlo y, que cuando se usa, se haga a base de decretos-leyes.
Solamente un Ejecutivo que da bandazos sin saber, más allá de las grandes frases programáticas, a donde va, y una oposición que ni siquiera enjareta bien las frases, pueden dejar que se nos vaya muriendo la mejor democracia que tuvo España en muchas décadas. Y, si cree usted que exagero, no deje de concurrir, si puede, a la próxima sesión de control parlamentario y, allí, preguntar por cuándo se plantea celebrar el debate sobre el estado de la nación, el verdadero debate. Luego, me dice qué impresión ha sacado.

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