Opinión

La que está cayendo en Cataluña (no, no es nieve)

De acuerdo, hay un temporal sobre la blanca Cataluña. Pero no es la nieve precisamente lo que está dejando helado a un territorio que es parte sustancial de España. ¡Es la política, estúpido!, parafraseando al asesor de Clinton. La política, que ha paralizado desde hace dos meses y pico (en su última fase, porque la cosa viene de más lejos) la vida catalana, Mobile excluido, o quizá no tan excluido. Un desastre: ni los llamados constitucionalistas ni, menos aún, los secesionistas, han sabido administrar los resultados de las elecciones del pasado 20 de diciembre, que, en lugar de traer organización y sensatez, culminaron la era de los despropósitos. Y ahora aquí estamos, a la espera de la (pen)última vuelta de tuerca, la que nos llevará, de la mano de la locura, a una situación imposible, indeseable para todos, peligrosa.
Ignoro -yo creo que hasta los que están en la penumbra del secreteo lo ignoran- en qué irá a parar esa 'solución' que las preclaras mentes de algunos/as conspiradores/as están alumbrando: puede que las tornas hayan cambiado en los últimos cinco minutos, pero, hasta ayer, la salida -es un decir, claro- consistía en hacer president de la Generalitat a un recluso acusado de sedición, 'conseller en cap' a un imputado por sedición, entre otras cosas, y 'superpresident honorífico', o cosa semejante, a un prófugo, empeñado en hacer el mayor daño posible al Estado del que Cataluña sigue formando parte, y espero que así siga siendo durante muchos años. Es decir, se trata de que tres personajes que dentro de medio año serán juzgados por delitos varios, y sin duda condenados a penas de prisión no ligeras, encarnen la cúspide del poder y la representación del país en el territorio catalán. Tres enemigos de la nación, de la Monarquía y de la Constitución, a la cabeza de la Comunidad Autónoma que lidera(ba) el auge económico y cultural en España.
No me cabe en el cerebro una provocación mayor que ésta. Ya Sánchez (Pedro) ha dejado saber que Sánchez (Jordi) de ninguna manera podrá ser investido como molt honorable president de la Generalitat, ni siquiera para dar paso -está en las ya mentadas calenturientas mentes, al parecer-, dentro de algunos meses, a un títere de Puigdemont, como Elsa Artadi. Y lo mismo, que lo que no puede ser no puede ser, piensan, claro, Rajoy y Rivera, y me parece que hasta el líder de Podemos, Pablo Iglesias, muy callado estos días tras sus estrepitosas meteduras de pata en la cuestión catalana.
Así las cosas, imposible ver clara una salida. Los secesionistas se empeñan en taponar cualquier remedio razonable. Los constitucionalistas aguardan, a ver si las divergencias entre JxCat y ERC estallan. Yo creo que sí, que estallarán, pero probablemente por donde nadie lo espera. Tenemos ante nosotros, este jueves ya, una potencialmente tormentosa sesión del Parlament catalán, de la que pueden derivarse no pocos males. Y del lado de acá del Ebro, seguimos como quien oye llover. O como quien oye nevar en Cataluña.
Menudo panorama. Es urgente que alguien del lado de acá se siente con alguien del lado de allá y se restablezcan puentes y diálogo. Quizá para ello sea imprescindible que los hoy en prisión preventiva salgan del calabozo. Pero eso, te advierten en el Gobierno central, es algo que depende de un juez, y el juez está, por lo visto, intratable. Pues eso: que la nieve acaba fundiéndose con el sol. Pero la helada que de verdad está cayendo sobre las sufridas cabezas de los catalanes y, de paso, sobre las de todos nosotros, es algo que parece tener peor remedio. Bueno ¿nos sentamos a hablar o no?

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