Opinión

Y el cambio en Cataluña se llama...

Asisto a uno de esos desayunos multitudinarios, de la mano de Europa Press, en torno a Miquel Iceta, el candidato del PSC a la Generalitat de Catalunya en las muy importantes elecciones de dentro de tres semanas. Se presenta como el cambio frente al absoluto desbarajuste hasta ahora existente. Lo mismo hace Inés Arrimadas. Dudo mucho que, si no median negociaciones muy a fondo, generosas e imaginativas, la candidata de Ciudadanos llegue a apoyar al socialista llegado el caso, y viceversa. Ambos mantienen la pretensión de convertirse en molt honorable president/a de la Generalitat de Catalunya, que es título muy honroso, pero que ya Jordi Pujol arrojó al barro, y no digamos lo que ha hecho Puigdemont, el de las (in)felices ocurrencias, en el desempeño de este cargo.
Alguna vez he dicho, incluso en una entrevista radiofónica con él, que Miquel Iceta es, a mi entender, el mejor político catalán en estos momentos. Sin desmerecer a Arrimadas, que ha hecho una magnífica labor de oposición al caos Puigdemont-Junqueras-Forcadell. Creo que en estos momentos, por puro equilibrio en una sociedad que está a punto de romperse, Iceta haría mejor el papel que Arrimadas: él puede, al fin y al cabo, acercarse a los `comunes` más fácilmente que la responsable de Ciudadanos, que es partido que a veces ha extremado su antinacionalismo, tanto catalán como vasco. Y eso, en las autonómicas, pasa factura, aunque en las elecciones nacionales pueda tener buenos réditos. Así está este país nuestro...
Veremos qué dicen los resultados de las urnas el 21-D, porque, por supuesto, todo dependerá de ellas. La victoria de una nueva alianza de gobierno de las formaciones separatistas, como aún amenazan algunos sondeos, resultaría desastrosa para las expectativas de progreso en Cataluña y para la imagen de España como nación potente dentro de Europa, una Europa de la que ahora, tras haberse abrazado tanto a su bandera, ahora resulta que Puigdemont también quiere desgajarse: algún día quien pueda hacerlo tendrá que explicarme cómo es posible que todavía alguien piense en votar a semejante esperpento.
Para mí, para ser del todo concreto, el cambio ahora se llama Iceta. Contando con el concurso de Ciudadanos, del PP -muy en baja, es la verdad- de los nacionalistas moderados de la ex Unió y de toda esa amalgama que no concurre a las elecciones y que está integrada y representada en la Sociedad Civil Catalana, que es organización que provoca muchas más adhesiones, me parece, que rechazos. ¿Es ese conjunto, quizá con la complicidad de una parte -minoritaria, temo- de la amalgama de Podemos, suficiente como para levantar un edificio que lleve nuevamente a Cataluña a un puerto de abrigo seguro, y a recuperar su pujanza económica y también política en el conjunto de España? No quiero confundir deseos con realidades: es muy difícil que ello ocurra.
Pero quedan tres semanas de campaña. Para hacer propuestas ilusionantes de futuro a todos esos catalanes que, perplejos entre el inmovilismo y la ocurrencia, no saben qué hacer. De acuerdo: a muchos de ellos no les gustan las cosas que se hacen, o mejor no se hacen, desde 'Madrit'. Pero sospecho que ahora les gustan menos las cosas que sí se hacen, o se quisieran hacer, desde Bruselas o incluso desde Estremera: ese es el vuelco que ya se debería haber dado, es el que hay que dar. Y mala receta sería que los candidatos 'constitucionalistas' se enzarzasen en peleas sobre quién debe y quién no presidir la Generalitat. Ahora, como decía Pujol cuando aún le respetábamos, eso no toca.

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