Opinión

Melancolía

Cuando se reflexiona sobre lo que está ocurriendo en Cataluña; sobre el origen y las circunstancias políticas que han desembocado en la deriva independentista, es muy fácil caer en el "síndrome de la escalera". No es grave. Se trata de una suerte de ataque de melancolía o añoranza de lo que podría haber sido -de cómo estarían ahora las cosas- si hubieran sido otras las decisiones de los políticos. 
¿Qué habría pasado si cuando el PSOE perdió la mayoría parlamentaria y buscó el apoyo de Jordi Pujol -que se lo dio a cambio poner en marcha la inmersión lingüística, motor de la consagración del catalán como sagrada seña identitaria-, Felipe González hubiera optado por cambiar la Ley Electoral que tanto prima la representación parlamentaria de los partidos nacionalistas? ¿Cómo habrían rodado las cosas si, por las misma razones -para conseguir el apoyo parlamentario de CiU-, José María Aznar no se hubiera visto constreñido a firmar el "Pacto del Majestic" y a tener que hablar catalán en la intimidad? ¿Qué habría pasado si en lugar de Rodríguez Zapatero, hubiera sido José Bono el elegido como secretario general del Partido Socialista? ¿De qué manera habrían evolucionado las circunstancias políticas que han ido condicionando la vida política en Cataluña? ¿Habríamos llegado a dónde estamos sin aquél atolondrado ofrecimiento de Zapatero a Maragall cuando, sin que nadie lo reclamara, se comprometió a hacer suyo el "Estatut" que decidiera el "Parlament" de Cataluña? ¿Qué habría pasado si José Montilla, cordobés de nacimiento, no se hubiera prestado a la farsa de comunicarse en el Senado mediante un traductor de catalán? ¿Dónde estaría ahora Artur Mas, designado cabeza de Convergencia por Jordi Pujol a la espera de que su hijo Oriol Pujol pudiera hacerse con el liderazgo del partido, si la política del "tripartito" (Montilla, Carod Rovira, etc.) no hubiera sido tan desastrosa? 
Llegados a dónde estamos, ¿qué estaría pasando? ¿Qué decisiones habrían sido tomadas, si al frente del Gobierno de España, en lugar de Mariano Rajoy, estuviera otro político ungido de un carácter más expeditivo o carismático? ¿Se habría atrevido Artur Mas a desafiar al Estado como lo está haciendo al anunciar que tiene intención de saltarse las leyes e incumplir la Constitución? Nunca lo podremos saber pero, como decía, la formulación de estas y otras preguntas provocan el "síndrome de la escalera" y le dejan a uno en brazos de la melancolía.

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