Opinión

La salud de Trump

Y si Donald Trump no estuviera en sus cabales? No hay falta de respeto hacia el presidente norteamericano en esta pregunta.


Es más que pertinente vistas las cosas que hace y dice. Impropias desde todo punto de vista de una persona que ocupa la más alta magistratura de su país. Nada menos que la presidencia de los EE.UU. La última desbarrada de Trump pertenece al nutrido registro de una de sus principales obsesiones: la Prensa. Cargar contra los medios que no le bailan el agua o son directamente críticos con su gestión. Contra uno de ellos al que tiene enfilado, la cadena CNN, ha procedido de manera brutal. Colgando un video en el que en un combate simulado en un ring de lucha libre, Trump golpea y derriba a un contrincante cuya cabeza está formada por las siglas de esta prestigiosa cadena de televisión. Previamente en el transcurso de un acto castrense el lenguaraz inquilino de la Casa Blanca había arremetido contra los "fake media", los medios que según él difunden noticias falsas. Visto que entre aquellos a lo que tiene entre ceja y ceja se encuentran algunos de los periódicos más prestigiosos de Norteamérica y del resto del mundo (The New York Times, The Washington Post o el Chicago Tribune) cabe concluir que Donald Trump padece algún tipo de trastorno mental probablemente originada por su megalomanía.


No tolera que le lleven la contraria y gestiona la Presidencia como lo hacía con sus empresas a golpes de ordeno y mando. Un estilo a todas luces incompatible con el que cabe esperar de un dirigente político de un país democrático cuyo poder está acotado y sometido a control y escrutinio por los restantes poderes del Estado. Así lo han entendido algunos de sus compañeros del Partido Republicano que no han dejado solo a los demócratas en la denuncia de las excentricidades del magnate metido a presidente que les avergüenza con los insultos que lanza desde twiter contra los periodistas que considera enemigos.


Es pronto para hablar del "Impechment", pero esta palabra que remite a un proceso parlamentario que puede concluir en la destitución (recuérdese el caso de Richard Nixon) vuelve a tomar vuelo en la vida política norteamericana.

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