Opinión

El general

Hacía tiempo que no escuchábamos la voz de un general hablando de cuestiones relacionadas con la política o susceptibles de ser interpretadas en ésa clave. Quizá por eso se han convertido en noticia, seguidas de comentarios y críticas, las disquisiciones del general Jaime Domínguez Buj, Jefe del Ejército de Tierra, al hilo de una reflexión en principio de carácter histórico, acerca de las causas que provocaron la pérdida de las colonias española en América. Hablando de aquél proceso de descolonización que concluyó el 98 con la pérdida de Cuba y Filipinas, ningún historiador desmentirá al general por decir que "Cuando la metrópoli es débil, se produce la caída" O, también: "Que los procesos independentistas surgen cuando el poder central es débil". Los asistentes al coloquio con el general en el Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior no habrían salido con la sensación de que tan ilustre militar había pasado de la Historia a la crónica política de más candente actualidad de no ser por la respuesta a una pregunta pelín capciosa que le emplazaba a concretar el papel de las Fuerzas Armadas en defensa de la unidad de España. Fue ahí donde el general dio el titular que le ha convertido -estoy seguro que involuntariamente- en noticia. Por que noticia es decir que "los militares no son garantes de nada, sino una herramienta del Gobierno y el Parlamento para hacer cumplir la ley y la Constitución" y que el Ejército está preparado para intervenir "en la forma que el Gobierno decida, en el interior o el exterior, para ir a Afganistán o a Valencia". 
Todo lo dicho, le ha convertido en inopinado protagonista de una polémica que tiene ya abierto un requerimiento al ministro de Defensa por parte de la oposición para que le exija una rectificación. Aunque está claro, le piden que aclare qué quiso decir al establecer una analogía entre el auge del independentismo y la crisis que desembocó en la pérdida de las colonias. Total que el general es noticia en razón de que el estatuto que rige la vida de los uniformados les exige la neutralidad más radical en relación con las diferentes opciones políticas. Les impone la obligación de abstenerse de manifestar en público adhesión o rechazo a partidos, sindicatos, asociaciones o programas políticos. De ahí nace ese imperativo de silencio o cuando menos de exquisita prudencia a la hora de recurrir a las analogías. Tengo para mí que el general ha pecado de ingenuidad al pensar que sus interlocutores estaban más interesados en conocer las circunstancias sociales y políticas que desembocaron en la batalla de Ayacucho o en el Sitio de Baler que en saber qué opinaba, pongamos, sobre el 9N en Cataluña. Lo que puede decir tranquilamente un político, un paisano o un tertuliano, en público, no debe salir, de boca de uniformado. Y es bueno que así sea.

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