Opinión

El juego de Iglesias

En la cúpula del PP estaban sin pulso político. Las revelaciones judiciales sobre el saqueo del Canal de Isabel II y la publicación de la cuenta de Ignacio González en Suiza les había colocado contra las cuerdas. Con Mariano Rajoy en América y sin explicaciones plausibles ante tantos y tan acumulados indicios de corrupción estaban acorralados. Y fue en ese momento cuando, inopinadamente, irrumpió Pablo Iglesias y trasladó los focos a otro lugar .
El recurso para recuperar el protagonismo mediático y político para el que parece vivir fue echar mano del instrumento más poderoso con el que cuenta un partido en un Estado que respete las normas y usos de la democracia: la moción de censura. Pablo Iglesias anuncia una moción de censura a sabiendas de que nuestro ordenamiento constitucional prevé que debe ser constructiva y que semejante imperativo obliga a presentar un programa de Gobierno y un candidato a la Presidencia. Requisitos sobre los que hasta la fecha Pablo Iglesias no ha revelado dato alguno, de lo cual se deduce que su objetivo al anunciar la moción no es tanto el que compromete esta previsión constitucional como crear un estado de expectación alrededor de de su persona. Iglesias en el centro de la vida política española.
El culto a la personalidad es una vieja tradición entre los líderes de los movimientos populistas. Desde el comunismo al fascismo pasando por el más cercano peronismo. La propuesta de Iglesias, condenada a la nada, puesto que no cuenta con el respaldo de ninguna de las fuerzas con las que podría conformarse un mayoría parlamentaria suficiente sirve a otros propósitos: interferir en las primarias del PSOE sembrando cizaña ; convertir a Pablo Iglesias en el eje de la crónica política española y, por último -cuestión nada menor-, desviar la atención de los medios de los episodios de corrupción que afectan al PP y dejan en la nada el discurso de la pretendida regeneración que proclama Mariano Rajoy. Entiendo que haya quien empiece a dudar del impulso político último que mueve a Pablo Iglesias. Son demasiadas las coincidencias.

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