Opinión

Todos hemos perdido

Ayer se iniciaron los actos de recordatorio. Recordatorio de los tristes, lamentables y duros hechos acaecidos en Cataluña como consecuencia de la decisión independentista de saltarse a la torera, sin pudor alguno, la legalidad vigente. En algún momento debieron pensar que el Estado iba a contemplar de manera impasible actos, que al margen de la calificación jurídica que puedan merecer, pusieron en jaque, cuestionaron todo lo previsto en la Carta Magna e incluso en el propio Estatuto. Debieron pensar en algún momento que lo que proponían era posible.
Quedan por delante jornadas que refrescarán la memoria de todos los catalanes y con ellos de todos los españoles. Queda el 1 de Octubre y quedan, sobre todo, los juicios a los políticos hoy en prisión provisional. Será entonces cuando se produzca la máxima exaltación, cuando se multipliquen las acusaciones a un Estado que según ellos carece de legitimidad para tomar determinadas decisiones. Será entonces cuando la Justicia se vea vapuleada por quienes creen que saltarse las leyes es un hecho irrelevante.
Ha pasado un año de todos aquellos hechos que resulta innecesario introducir en un listado. Juntos y por separado fueron un auténtico disparate que trata de revestirse de una épica que no es tal. Es más bien impostura cuando es obvio que España es un país en el que los derechos y libertades están más que garantizados. También las de los independentistas que tienen pleno derecho a sentirse como tales y a defender sus postulados. Sin embargo, ni ellos, ni nadie tienen derecho a poner del revés la convivencia, la libertad ajena y las normas que rigen nuestro Estado de derecho.
Ha pasado un año y ¿qué se ha ganado?. No se ha ganado nada. Más bien habría que afirmar que hemos perdido todos. Han perdido los independentistas que necesitan retroalimentarse para mantener viva la llama de un imposible y hemos perdido los que creemos que estamos mejor juntos que separados. Los que creemos, de verdad, que en España cabemos todos y que juntos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras coincidencias y discrepancias, todos somos mejores.
Hemos perdido todos. Ni la independencia ni la república catalana son posibles aunque muchos catalanes piensen lo contrario y el conjunto de España es más débil con una sociedad catalana dividida y cuarteada que contempla a veces con hastío, otras con pena y otras con enorme rabia como en nuestro país se abren debates y desencuentros ya superados en el mundo del siglo XXI y que en ningún país de Europa nadie osa abrir. ¿Alguien se imagina algo similar en Francia o en Alemania?. Impensable.
Hastío, pena y rabia van anidando en los ánimos de muchos españoles que contemplan atónitos los desplantes al Jefe del Estado, las exigencias inasumibles al Gobierno, en este caso de Sánchez y antes de Rajoy. ¿Estamos mejor que hacer un año?. Esta pregunta es recurrente en los últimos días. Sinceramente creo que no. Hay menos ruido, pero que las aguas bajen más mansas -son las más peligrosas- no significa que no te puedan llevar por delante. No. No estamos mejor. No es al Ejecutivo al que le toca ceder en lo que no puede ceder. Es a quienes han llevado a Cataluña al punto en el que se encuentra a los que les toca reflexionar y bajarse del relato imposible del que no quieren bajarse. Que se bajen de una bicicleta que tiene las ruedas pinchadas. Que se bajen y aborden un diálogo sincero y posibilista. Que se bajen porque quien reta al Estado, gobierne quien gobierne, acabe perdiendo. Y aquí no se trata de que alguien pierda. Se trata de que ganemos todos.

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