Opinión

Los fichajes

Pepu Hernández no es el primer fichaje que se produce en un partido político ni, probablemente, sea el último. Ahí esta Imbroda o la propia Manuela Carmena por no retrotraernos a tiempos más pasados. En términos generales, y al menos oficialmente, los partidos sacan pecho cuando esto ocurre. Ponen en valor que gentes con prestigio, con profesiones reconocidas den el paso y opten por entrar en la selva política. Dicen que es una forma de refrescar las organizaciones, que se demuestra así la capacidad de compromiso de muchos ciudadanos... en fin, que es un logro, un auténtico éxito poder presentar a fichajes ajenos a los propios partidos.
El no militar en partido alguno como es el caso, limita la reflexión que decisiones de este tipo merecen. En principio no hay nada que objetar, al contrario, que ciudadanos con la vida resuelta asuman compromisos y obligaciones y además se arriesguen al fracaso pero me queda la duda -creo que razonable- de como se digieren decisiones de este tipo en el seno de los propios partidos.
Militar en un partido tiene su mérito. Se asumen compromisos, obligaciones y en muchas ocasiones hay que dirimir contradicciones personales e ideológicas. Mantener vivo un partido requiere de esfuerzo y generosidad de sus militantes, trabajo silencioso y anónimo. Un partido político es la maquina imprescindible para comparecer a unas elecciones y como es natural dentro de ellos hay muchas, muchísimas personas que tienen legítimas aspiraciones y que, además, son personas valiosas. Teniendo todo esto en cuenta, la idea de los fichajes externos es algo que entusiasma.
Reconozco mis dudas sobre la bondad última de los fichajes, o dicho de otra manera, dudo que el entusiasmo oficial que todos se apresuran a hacer público cuando logran que alguien reconocido y reconocible ponga su cara y su esfuerzo para un cartel electoral. Todo lo demás, que es prácticamente todo, lo pone el partido; es decir esas personas que militan lealmente en sus siglas por las que trabajan la mayor parte de las veces a cambio de nada.
Es verdad que la política se ha desprestigiado. Se ha convertido en una profesión de altísimo riesgo y que los modos y maneras de hacer política cambian como cambian los tiempos. Sin embargo no hay alternativa inventada que pueda sustituir ese trabajo de los militantes de los partidos que, quizás en demasiadas ocasiones, se ven sorprendidos por su propios jefes cuando estos toman decisiones inesperadas y personalísimas.
Y así ha sido el fichaje de Pepu Hernández. Una decisión inesperada y personalísima del Presidente del Gobierno que ha dejado a su partido en Madrid hablando solo. Casi, casi como se ha quedado Ciudadanos con el fichaje de Manuel Valls. Oficialmente a esto se llama "refrescar" la política...

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