Opinión

El vértigo de lo inédito

Se ha llegado a donde nadie, ni Rajoy, ni nadie, quería que se llegara. El 155 ya está decidido y el sábado se conocerán las medidas concretas previamente concertadas con el PSOE. Las respuestas de Puigdemont, todas ellas alambicadas y, en la última, con una amenaza obvia como es la votación en el Parlament de la declaración de independencia, parecían estar buscando que el Gobierno tomara la decisión más difícil de cuantas ha tenido que tomar un Gobierno democrático. Era muy fácil emplear el sujeto, verbo y predicado: "no ha habido proclamación de independencia. La legalidad vigente es la constitucional y estatutaria". Es solo un ejemplo de la claridad requerida por el Gobierno y por millones de españoles.
Pero no. Desde la Generalitat se ha jugado a la confusión, a que sean otros quienes adivinen sus intenciones más profundas, a que sean otros quienes hagan un acto de fe en la sinceridad y legalidad de un diálogo que si se ha reclamado no era con otro objetivo que el de acordar el camino hacia la independencia. Diálogo imposible.
Ni Rajoy, ni Sánchez ni nadie quería este escenario, pero si buena parte del secesionismo que han estado pidiendo a gritos que el Gobierno actuara de manera contundente para, a continuación, establecer un relato que sin duda actuará como elemento de cohesión. También es verdad que hay un sector -no se sabe su amplitud- más moderado a quien según algunos habría que darles una salida pero los moderados permanecen en silencio y quien calla otorga. Bueno sería que ese sector más moderado diera un paso al frente, se hiciera oír y sentir porque de lo contrario será, lo es ya, tan responsable como los más radicales.
El proceso de tramitación del 155 tiene sus plazos. Quedan días por delante para su aplicación efectiva y en estas jornadas próximas no van a ser plácidas ni cómodas. El secesionismo responderá con una declaración de independencia si finalmente se cumple lo anunciado y la vida política española entrará en complicado bucle.
Nos adentramos poco a poco en un territorio por explorar. Hay tiempo para que la situación pueda reconducirse pero mejor es rebajar expectativas. El poder de la CUP no es pequeño. Tiene el que Puigdemont les ha dado y se hace difícil imaginar que la posición secesionista se modifique después de tantos plazos que el Gobierno les ha dado para que lo hagan. Con todo, hasta el ultimo minuto es tiempo de juego.
Y los tiempos han sido largos. Ya quisiera cualquier ciudadano que, por ejemplo, no paga a tiempo su IVA tanta paciencia por parte de Hacienda. No hay en España ciudadano que ante un error ante la administración, una falta de circulación, un retraso en sus pagos o un papel presentado fuera de plazo haya contado, ni contará, con tanta paciencia como la demostrada con Rajoy con quienes se han saltado toda la legalidad, absolutamente toda, a la torera.
Ojalá los acontecimientos hubieran transcurrido por otros derroteros pero de nada vale llorar por la leche derramada. La situación es de extrema gravedad, muy difícil de gestionar pero el Gobierno y los partidos que le apoyan deben mirar al toro a la cara porque este reto se soluciona de manera correcta o el bucle será infinito y peligroso. Insistir como hace Ciudadanos en aplicar el 155 y elecciones, como si esto fuera un aquí te pillo, aquí te mato, es infravalorar la gravedad de la decisión que el Gobierno se ha visto abocado a tomar. Días de vértigo y pesadilla es lo que, de verdad, tenemos por delante.

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