Opinión

Un año después

La prueba más palpable de que una parte de la sociedad catalana está enferma es que hayan querido celebrar, con el uso de la violencia callejera en muchos casos, el primer aniversario de un día que objetivamente fue muy triste para todos, pero especialmente para el conjunto de la sociedad catalana. Hace un año, los partidos independentistas con el entonces Presidente de la Generalitat, Carlos Puigdemont, a la cabeza, pretendieron celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña, a todas luces ilegal, declarado así por los tribunales de justicia, y que el Gobierno de la Nación no llegó, por incompetencia, a impedir del todo, porque ese día, hubo urnas y hubo votos.
Transcurrido un año desde aquellos episodios que los independentistas han pretendido focalizar durante este tiempo exclusivamente en las escenas que de las cargas policiales que se produjeron para, en cumplimiento de un mandato judicial, impedir las votaciones, ¿en qué punto nos encontramos del denominado "proces"? Pues, de momento, con el ex-Presidente Puigdemont huido en Bélgica junto con algunos de sus consejeros y otros dirigentes políticos independentistas -Oriol Junqueras, Raúl Romeva, Carmen Forcadell, Joaquín Forn- en la cárcel, pendientes de un juicio en la Audiencia Nacional que previsiblemente se celebrará a finales de este año o comienzos del próximo.
El "hombre paja" de Puigdemont, Quim Torra, y sus adláteres siguen empeñados en continuar con un proceso independentista, sin querer admitir que este no tiene ningún futuro, porque el Estado es mucho más fuerte que ellos. En este año transcurrido desde el pasado 1 de octubre también se ha producido un hecho muy relevante en la política española que afecta directamente al pulso secesionista planteado desde Cataluña. Me refiero naturalmente a la llegada del líder del PSOE, Pedro Sánchez, a la Moncloa tras sacar adelante su moción de censura contra Rajoy, gracias, entre otros, a los apoyos recibidos por parte de los partidos independentistas catalanes, ERC y Pdcat.
Sánchez y su Gobierno han querido mostrar en estos tres meses largos que llevan en el poder su cara más amable ante los separatistas catalanes, con los que no han dejado de tener gestos de simpatía y acercamiento. El resultado, de momento, es nulo, porque los Puigdemont, Torra y compañía siguen en sus trece, queriendo hacer efectiva la proclamación de la República Independiente de Cataluña aprobada por el Parlamento autonómico. Siguen en el desafío a la ley, al Estado de Derecho, y esto, en democracia, sólo se combate de una manera: aplicando con toda la contundencia posible esa ley, y utilizando todos los instrumentos que el Estado de Derecho permite para impedir que unos irresponsables, en el sentido literal del término, políticos se salgan con la suya.

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