Opinión

La fractura catalana

Desvelaba hace unos días José María Aznar en una entrevista televisiva, que siendo Presidente del Gobierno (1996-2004) le ofreció por dos veces al entonces Presidente de la Generalitat y líder de Convergencia i Unió, Jordi Pujol, entrar a formar parte del ejecutivo central. En ambas ocasiones el ofrecimiento fue rechazado, con la diferencia que en la segunda ocasión -tras la victoria del PP por mayoría absoluta en las elecciones generales de 2000- el argumento esgrimido por Pujol fue del tenor que ni a él ni a su partido le servía ya el marco constitucional. Aznar le hizo ver que esa era una posición que únicamente traería inestabilidad para Cataluña y que en el fondo suponía un retroceso respecto a todo lo que se había avanzado desde la transición política. Pero Pujol no hizo caso a esas consideraciones.
Transcurridos diecisiete años desde aquella conversación, los efectos "colaterales" de esa posición de Pujol y de su partido están a la vista de todos: la sociedad catalana se encuentra profundamente fragmentada en lo social y en lo político, entre quienes son partidarios de seguir con una convivencia pacífica dentro de España y quienes por el contrario quieren la ruptura y anhelan la República Independiente de Cataluña. Otro efecto "colateral" es el hundimiento de Convergencia -ahora tiene ya otro nombre- como fuerza política hegemónica y referente del nacionalismo. Si ahora hubiera elecciones autonómicas, el antiguo partido de Pujol podría quedar en cuarto o quinto lugar, a mucha distancia de Esquerra Republica -que sería la fuerza nacionalista e independentista más votada-, y también por detrás de Ciudadanos y de Podemos.
No quedan ahí los desastres provocados por la deriva independentista que hace años tomó Convergencia. La corrupción ha tenido en Cataluña un terreno muy abonado, afectando a varios partidos políticos, pero fundamentalmente a CiU. La confesión pública del propio Pujol hace tres años reconociendo que había defraudado a Hacienda supuso un auténtico mazazo para todos aquellos nacionalistas que tenían en el ex President una especie de referente moral. Luego salieron uno tras otro sus hijos, a los que se unieron o estaban ya ex -tesoreros de Convergencia, sedes embargadas.
Los políticos nacionalistas han metido a Cataluña en un túnel que tiene una complicada y difícil salida. Dar marcha atrás lo tienen muy difícil. Han ido demasiado lejos jugando con los sentimientos y con las emociones de la gente. Y seguir su huida hacia adelante, desafiando la ley, las reglas del Estado de Derecho sólo puede tener un final: que el peso de esa ley caiga sobre todos y cada uno de ellos. Porque uno de los principios sagrados de la democracia es que nadie, absolutamente nadie, está por encima de la ley.

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