Opinión

La estabilidad de la universidad de Vigo

La Universidad de Vigo, quizá lo mejor que le ha pasado a la Muy Leal en sus últimos 30 años de historia, goza de una relativa estabilidad que  ha permitido su desarrollo con naturalidad y sin excesivas tensiones. A ello ha contribuido de forma decisiva el empeño de los sucesivos rectores por mantener la institución fuera del juego político. Incluso en los momentos más crudos de la crisis y el recorte de financiación, se conservó una colaboración ágil con el Gobierno gallego, responsable de la financiación. Desde que se fundó la Universidad de Vigo -obra de González Laxe en su breve y fructífero paso como presidente de la Xunta, apenas dos años, no hay que olvidarlo- ha habido cinco rectores, y cada uno de ellos ha sucedido a su antecesor sin estridencias, añadiendo algo a lo construido y no al revés: Luis Espada tuvo la difícil misión de poner en marcha la institución casi desde cero, cuando todo estaba por hacer y entre otras urgencias hubo que pagar a la desaparecida Caja por sus edificios del antiguo colegio universitario. Después llegaron José Antonio Rodríguez Vázquez, Domingo Docampo, Alberto Gago y Salustiano Mato, que dentro de cuatro meses tendrá que ceder el mando por imperativo legal: sólo se permiten dos mandatos, ocho años en total, lo que parece una buena decisión exportable al mundo político. 
Mato ha tenido la increíble oportunidad en un país democrático de dirigir su segundo período con manos libres y sin apenas oposición, que ni siquiera se presentó a las elecciones, celebradas con candidato único y no por su culpa. Ayer Tano Mato, que ha sido -es todavía- un buen rector, con mano izquierda, que ha primado con inteligencia el acuerdo sobre el enfrentamiento, hizo un discurso de despedida moderadamente optimista y no sin razón: para el futuro inmediato la Universidad de Vigo tiene entre otras oportunidades confirmadas el desarrollo del Campus do Mar en la ETEA, en un edificio cedido por Zona Franca; la puesta en marcha de la interesante titulación de Ingeniería Bioquímica y la apertura de las dependencias universitarias del Berbés, que ayudarán a consolidar su presencia en el centro de la ciudad y no sólo en el monte de Zamáns, donde ya existe un complejo educativo, tecnológico y de investigación plenamente consolidado. 
La Universidad de Vigo es una pequeña institución pero muy valiosa y los rectores hasta ahora han estado a la altura de sus obligaciones, dejando sus preferencias ideológicas en el armario. Salustiano Mato era -o es- del BNG y se entendió perfectamente con el presidente gallego sin broncas ni malas caras. Y funcionó. 

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