Opinión

Albert clama en el desierto

La Biblia, “El arte de la guerra”, de Sun Tsu, y las mitologías griega y romana contienen frases hechas comunes de valor perenne como la dirigida a “los que claman en el desierto”, lo que hace Albert Rivera el pedir negociaciones entre el PSOE y el PP.
 Ya antes de las elecciones de diciembre del año pasado, que mantienen al país sin gobierno operativo, el líder de Ciudadanos pedía una coalición constitucionalista frente al separatismo creciente del nacionalismo catalán y a la ruinosa amenaza de Podemos, mezcla del marxismo y el falangismo, padres legítimos del chavismo y del peronismo.
 Mariano Rajoy, que el 20 de diciembre perdió un tercio de los escaños con respecto a las elecciones de finales de 2011, aceptó la idea de ese joven catalán que quiere ser heredero del centrismo de Adolfo Suárez, el exfalangista que logró que franquistas, demócratas, socialistas, comunistas y nacionalistas elaboraran la actual Constitución.
 La respuesta de Pedro Sánchez, jefe del PSOE, que también se había estrellado en diciembre, fue “No, no y no”, lo que reafirmó tras las elecciones repetidas del 26 de junio, pese a su nueva pérdida de electores que lo llevan a la irrelevancia.
 Tras pactar con Sánchez, primero, y con Rajoy, después, Albert Rivera siguió clamando en el desierto al pedirles un pacto a tres: “¿Nos quieren llevar a unas terceras elecciones? ¿Por qué no a unas cuartas y unas quintas?”, pregunta en las actuales campañas electorales autonómicas gallega y vasca.
 Debería contestar Sánchez, porque Rajoy le ofrece negociaciones incondicionales que el socialista ni siquiera quiere oír.
 Rivera clama en el desierto de Sánchez, y este se dispone a morir de sed ebrio por los espejismos que lo hacen presidente de gobierno de chavistas y separatistas.

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