Opinión

El peor, y más posible, escenario catalán

En lo que respecta a Cataluña lo más sensato y prudente es ponerse, de inicio, en el peor escenario posible. Porque hacía él es al que sin freno ni menos marcha atrás va desbocado el separatismo ya entregado sin remedio al extremismo cupero y a la demagogia más mentirosa. Cuanto mayores son los reveses, cuanto más absoluto su aislamiento internacional -Europa lo ha dejado de una vez por todas, totalmente claro en Oviedo y en Bruselas, absolutamente claro, y más clara la firmeza constitucional, que supone un 75% de representatividad de la ciudadanía española-, la terquedad más suicida se impone en la dirección secesionista.
Por ello mejor no tener ninguna esperanza de sentido común ni nada que se le parezca a un mínimo giro que permita reconducir la situación hacia la normalidad sin el trauma social y económico ya gravísimo pero que aún puede derivar hacia un drama mayor.
La convocatoria de ese Parlament, convertido en un instrumento de quita y pon, que ha arrasado cualquier legalidad incluida la propia, para el jueves, un día antes de la votación en el Senado puede traer como colofón una nueva jugarreta en clave golpista que se pretenderá disfrazar una vez más de palabrería dialogante. Puigdemont, hurtando el cuerpo, hará votar por la cámara regional la Declaración Unilateral de Independencia y al mismo tiempo proceder a convocar unas elecciones "Constituyentes". Con ello la pretensión es crear una doble legalidad. La española, que ya no reconocen y que con tal resolución violan ya de manera descarnada y total, pretendiendo con ese paso que esa ya no es "su" legalidad y contraponiendo a ella la de la proclamada república catalana. La convocatoria a las urnas "constituyentes" sería el truco final para contraponerlas a las que el Estado se ha comprometido a convocar en el plazo de seis meses. Con eso habrán de lidiar el 155, el Gobierno y los partidos constitucionales.
La última puerta a la sensatez, que Puigdemont se personara ante el Senado, que parece que se lo está pensando, y que después optara, sin declaración de la DUI, por convocar a las urnas a los catalanes, parece ya no solo como improbable sino como imposible. Ya no solo es que personaje no quiera, sino que ni siquiera puede ni le iban a dejar.
Así que solo queda afrontar la parte final y más dura de todo lo sufrido hasta el momento. Hacer realidad ese 155 que nadie, excepto posiblemente los que ahora claman, quería aplicar pero que no han dejado otra salida que poner en marcha ante la contumacia de la sedición.
El proceso quedará avalado incluso y primero por el Parlamento, merced a una iniciativa del PP, aunque lo esencial será la votación en el Senado que es quien en este caso tiene en ello las competencias y con aún mayor margen, quien sancionara su aplicación.
Y ante la previa declaración de Independencia Unilateral y convocatoria de elecciones Constituyentes. ¿Qué se hará?
Pues lo primero resulta evidente, con la famosa DUI, que excepto Maduro y, con suerte, Kim Jong Un, nadie reconocerá, la anulación inmediata por el Constitucional, el procesamiento por rebelión de Puigdemont y al resto de sediciosos, y por supuesto la aplicación de 155 en la comunidad. Y sobre la convocatoria electoral, pues si ésta la efectúa el presidente Puigdemont ante de ser cesado por el Senado, y para ello sí que tiene competencias legales, pues entonces habrá que ver y hasta que pueda valer.
Pero, especulaciones aparte, no lo es decir que es ahora cuando empieza lo de verdad. Y esto va a ser muy amargo, muy doloroso y todos, pero todos, lo vamos a sufrir. Los catalanes lo primeros, claro esta, pero el resto de España y de los españoles, también.

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