Opinión

Una causa que agoniza

Ultimas horas del independentismo, abandonado incluso por sus propios costaleros. Sus caras del jueves por la tarde en la apresurada sesión de investidura, no eran las mismas que las del 27 de octubre. Entonces, sonrisas de oreja a oreja y cantos patrióticos. Ahora, pesadumbre y desaliento.
Empezando por el candidato. Discurso de lectura atropellada, frío, aburrido, para salir del paso. Con huecas ofertas de diálogo cuyo objeto ni siquiera precisó. Un enfermo terminal haciendo planes de futuro. Y perdón por la metáfora aplicada a Jordi Turull que, afortunadamente, goza de buena salud.
Con un ojo en la Cámara y el otro en el Tribunal Supremo. Así compareció el fallido candidato a la Generalitat, el jueves pasado, en el pleno que el presidente del Parlament, Roger Torrent, había convocado apresuradamente antes de que el juez Llarena dictara al día siguiente el auto de procesamiento.
Para entonces los independentistas ya habían descubierto que en su camino hacia la Cataluña grande y libre se había levantado un doble e insalvable muro. El del juez Llarena y la CUP, unidos por la espalda frente a una misión imposible. Para el juez, por estar fuera de la ley. Para la CUP, por no estar fuera de la ley. Así son las cosas. Llarena instruye un supuesto de ilegalidad, mientras que la CUP destruye una causa patriótica porque a esta le falta coraje para utilizar la desobediencia, la unilateralidad y el desacato como lanzaderas.
Qué curioso. La CUP y el juez dejan la causa independentista en estado agonizante. Los cuatro diputados anticapitalistas fueron decisivos en la derrota del candidato. Y el auto de procesamiento del juez Llarena del viernes por la mañana (25 procesados, 13 de ellos por rebelión) ha terminado de descabezar el llamado "procès".
Lo del juez se venía venir de lejos, en el contexto de una instrucción desencadenada desde que la Fiscalía General del Estado presentase las consabidas querellas por rebelión contra el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y otros dirigentes independentistas. Turull entre ellos, cuando se llevó a cabo la declaración unilateral de independencia.
Lo de la CUP también se veía venir. Ni de lejos entraba en sus planteamientos radicales la posibilidad de apoyar a un candidato "autonomista" que viene del pujolismo y que en su discurso de investidura ni se atreve a mencionar la aspiración separatista. Ni media palabra sobre la necesidad de avanzar en la consolidación de la República independiente de Cataluña.
Por tanto, a la hora de votar, la abstención de los cuatro diputados de la CUP acabó chafando la investidura de Turull y el candidato quedó a los pies de los caballos para una segunda votación. Si el juez no lo impide. Ahí estábamos al poner la firma de este comentario.

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