Opinión

El todo o nada de Sánchez

Nunca imaginé que la supuesta podemización de Pedro Sánchez llegase a tanto. Me refiero a esa estética del plebiscito que consiste en el todo o nada dentro de una organización política. "Si pierdo, me voy". Eso dice Pablo Manuel Iglesias en vísperas de su Vistalegre II. Y eso dice Pedro Sánchez, en vísperas de unas primarias a la Secretaria General del PSOE.
Tal para cual. Importa poco en el caso de la izquierda mochilera, hoy por hoy irrelevante en la agenda política nacional. Con su pan se lo coman. El asunto es más grave en el caso del PSOE porque ocupa el pilar izquierdo de la centralidad del sistema. No se puede permitir dirigentes de tan frágil compromiso con su vocación de servicio público, en nombre de unas ideas y un partido histórico determinante en la gobernabilidad.
Me refiero al titular aparecido en un diario madrileño como síntesis de la primera entrevista concedida por el ex secretario general después de anunciar que intentará recuperar el liderazgo socialista. A saber: "Si pierdo, no seguiré en política, y mi puerta migratoria es mi hogar".
Ese titular contiene la segunda ruptura del Sánchez con su partido. La primera fue su famosa entrevista con Évole, donde describió un PSOE rendido al PP y entregado a los poderes fácticos. Ahora se autorretrata como un aspirante a recuperar el liderazgo so pena de ahí os quedáis. Está reconociendo que su compromiso con el partido no llega a tanto como para quedarse en simple militante de base.
Qué error, qué inmenso error, como diría el otro. Me parece de una torpeza estratégica sin límites decir a los votantes de las primarias (unos 180.000 militantes) que o le eligen para repetir como secretario general o se va a su casa. Y en ese punto es lógico que la familia socialista ponga en duda la firmeza del compromiso de Sánchez con sus ideas.
Ni él ni nadie de su equipo parece haber reparado en que el mensaje (o me elegís o no quiero saber nada más de vosotros) es una forma de hacerse el haraquiri electoral en el proceso de primarias-congreso federal donde la familia socialista ahoga sus males. Y en ese contexto Sánchez ha banalizado su atadura a los militantes, los votantes del PSOE y, en general, a los ciudadanos. Hasta el punto de la vulgar espantada si no resulta el ganador del proceso, frente a Patxi López y Susana Díaz.
Evoquemos a Felipe González cuando pedía ser "socialista antes que marxista". A Sánchez le cuadraría que hay que ser socialista antes que secretario general. No parece que se haya aplicado el cuento desde que, ya en la etapa final de su reinado en Ferraz, antepuso la razón de partido (por no decir la de su propia supervivencia) a la razón de Estado, confundiendo el desbloqueo de las instituciones con una declaración de amor al PP.

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