Opinión

Gürtel: el selfie del PP

Francisco Correa, cerebro de la trama Gürtel, ha dicho en sede judicial lo que todo el mundo sabía en la calle, los despachos y las redacciones de los medios de comunicación. Un trenzado de prácticas corruptas cosido a la organización del PP ("Génova era como mi casa") que cursó como financiación ilegal del partido y enriquecimiento ilícito de unos cuantos individuos, de la política y de fuera de ella, bien organizados entre sí.
Un verdadero autorretrato del PP. Ojo al dato: de las 187 personas inicialmente imputadas en el llamado caso, 74 son o han sido dirigentes de este partido o familiares directos de los mismos. Y por eso sorprenden por las excusas tontas de los dirigentes actuales para eludir las explicaciones que viene pidiendo a gritos la opinión pública. Aunque no intervinieran directamente en los hechos, les afecta la derivada política. Sin embargo, aún tienden a escudarse en que los corruptos ya no están en el partido, como el viernes hizo la vicesecretaria general, Andrea Levy.
Primero, eso está por ver. Segundo, aunque así fuera, se echa de menos un acto de contrición por un caso que solo fue posible gracias a la complicidad necesaria de altos responsables políticos del PP, por mucho que ahora Correa se esfuerce en dejar fuera de toda sospecha a Aznar, Arenas, Acebes, Cascos y al mismo Rajoy, que por aquel entonces dirigía las campañas electorales del PP. Y tercero, porque sobre la actual cúpula también recae la documentada sospecha de que el PP ha venido haciendo trampas en los procesos electorales. O sea, que ha venido jugando con ventaja respecto a sus competidores.
Así que no podemos quedarnos en constatar que, efectivamente, Francisco Correa era un recaudador de mordidas que rendía cuentas ante el tesorero del PP, Luis Bárcenas, "unas veces en Génova y otras en su casa". Las mordidas eran el peaje de las empresas agradecidas por la adjudicación de contratos públicos, en torno al 2% o el 3% del presupuesto para tal obra o tal servicio. Cosa que era archisabido desde que el escándalo estalló en 2009. Pero aún no hemos puesto nombres a la colaboración necesaria que prestaban los altos cargos del PP desde que Aznar llegó a la Moncloa en 1996 hasta que, según tiene declarado Correa, en 2004 se le rompió el amor con el PP por falta de química con el nuevo, líder del PP, Mariano Rajoy, en vísperas de las elecciones generales de 2004. Tampoco queda claro el destino de las mordidas que Correa entregaba al gran cajero, el tesorero, Luis Bárcenas. Parece que destinaba una parte a la financiación del partido, otra a una peculiar retribución de sobresueldos a dirigentes del PP y una tercera a su bolsillo particular.
Ahora lo que toca es aplicar el principio de contradicción al servicio de la verdad. O sea, esperar una explosiva declaración de Luis Bárcenas, que ha quedado a los pies de los caballos en el selfie que Correa acaba de hacerse con el PP de fondo.

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