Opinión

La España antiterrorista

El minuto y resultado de la lucha antiterrorista en España nos trae buenas noticias en las dos versiones de la amenaza, la interior y la exterior. De ambas tenemos memoria amarga y también de ambas hemos aprendido hasta saber que nuestros servicios en esa tarea son referentes mundiales. Por su eficacia y por su alto grado de cooperación con los de países amigos.
Vamos con ETA. Por primera vez desde hace casi medio siglo, las siglas de esta banda terrorista ni siquiera aparecen en la vigente directiva de seguridad que, anualmente, desde 2002, el Gobierno entrega al C.N.I (Centro Nacional de Inteligencia), al considerar que el riesgo de que se active es igual a cero. Algo que puede tener su derivada política si, como parece, la política penitenciaria deja de ser considerada una herramienta de la lucha antiterrorista. Lo cual allanaría el camino para la implementación de una de las reivindicaciones del Gobierno vasco: el acercamiento de presos etarras a cárceles de Euskadi o próximas.
Y en cuanto al terrorismo de naturaleza yihadista, el máximo riesgo se centra en los españoles o residentes en España que han viajado a los territorios del DAESH (el llamado Estado Islámico) y regresan con la preparación y las ganas de continuar aquí su maldita guerra. Son los famosos "retornados". El número está en torno a la treintena, uno o dos arriba o abajo. De ellos, 13 han vuelto a salir al extranjero, 10 han sido encarcelados y los que aun circulan en libertad y constituyen un verdadero peligro apenas si superan la media docena.
Saber que países como Alemania, Francia, Bélgica, cuentan a sus "retornados" por encima del millar nos invita a valorar el grado de eficiencia de nuestros servicios antiterroristas y nos permite afirmar que el riesgo de atentado es menor en nuestro país, lo cual no quiere decir que estamos libres de riesgo.
Sin embargo, los servicios de inteligencia no suelen valorar como un grado de riesgo suplementario el hecho de que Al Andalus (la España islámica de la Edad Media) salga en las amenazas del ISIS como objetivo preferente. Los expertos dicen que precisamente por tratarse de un país donde es fácil reconocerse en los vestigios de la religión islámica, el yihadismo no lo mira con el odio cerval que la inspiran otros paíes de "infieles", como Bélgica, Francia, Reino Unido o Alemania, donde difícilmente vamos a encontrar el rastro secular del Islamismo y donde la contagiosa psicosis de miedo a un atentado está mucho mas arragiada.
Aquí estamos curtidos en el sufrimiento y acostumbrados a estampas de dolor y sangre que no lograron paralizar el país, no sacaron al Ejercito a la calle, no cundió el pánico, no generaron malsanas oleadas de xenofobia. Ni siquiera ahora sentimos algo parecido al miedo colectivo, a pesar de vivir oficialmente en un nivel cuatro de alerta terrorista, en una escala de cinco, desde junio de 2015, a raíz de los atentados en Túnez.

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