Opinión

Culebrón desactivado

Las malas prácticas y el juego sucio contra propios (Arenas) y extraños (Rubalcaba) estuvieron a punto de romperle la cintura a Pablo Casado. Y el daño lo hacía quien fue decisiva en el salto a la fama del joven líder del PP. Finalmente Cospedal hizo lo que debía. Por el bien del sucesor de Rajoy y el de su partido. Y por el bien del Congreso de los Diputados, con su sobrevenida decisión de dejar también el escaño.
Haberse quedado solamente en la renuncia al puesto directivo del PP no les hubiera redimido. Ni a uno ni a otra. Y menos con la inicial explicación de ésta, al anunciar la marcha de la Ejecutiva "por no perjudicar al partido, al que hubieran alcanzado los ataques".
Lo cual suponía una implícita falta de respeto al Congreso, cuya imagen no se iba a beneficiar precisamente con el arropamiento a una diputada pillada en falta. Afortunadamente, se abstuvo de utilizar el mismo argumento: "Lo que hice fue en el cumplimiento de mis obligaciones como secretaria general". ¿Se imaginan que hubiera abandonado el escaño diciendo que su descenso a las cloacas fue en su deber como diputada?
El culebrón se cierra sin coste para Pablo Casado. Siempre podrá encajarlo en su discurso excluyente de quienes incumplan las exigencias de ejemplaridad, transparencia y rendición de cuentas. Así lo verbalizó al saber que la exministra y ex secretaria general del PP había tratado con Villarejo, un coleccionista de trapos sucios. El compromiso regenerador del líder hubiera quedado en entredicho si, a pesar de que no podía obligarla a dejar el escaño, Cospedal hubiera seguido formando parte de la Cámara como presidenta de la Comisión de Asuntos Exteriores.
El asunto tiende a perderse en la polvareda de la propia actualidad política, que es cada vez más imprevisible y no deja de reactivarse cada día con nuevas motivaciones. La que insiste en comparar este culebrón con el culebrón de la ministra Delgado también pierde fuera. El paralelismo esta mal traído.
Podemos reprochar a la ministra de Justicia que no denunciara en su día una supuesta agenda de modelos pensada para seducir a hombres eventualmente chantajeables. Podemos sacarle toda la punta que queramos al pasaje en el que los comensales de la francachela grabada por el micrófono chivato del excomisario Villarejo le reían las gracias sobre la querencia de los colegas de la hoy ministra a departir con jovencitas dominicanas.
Nada comparable con las resonancias penales del comportamiento de Cospedal en su desdichado descenso a las cloacas. Inevitable pensar en interferencias en la labor de la Justicia. Tentaciones evidentes de destruir pruebas en casos de corrupción que afectaban por aquel entonces al PP. Algo muy parecido a lo que en el Código Penal se llama revelación de secretos. Uso de información confidencial obtenida ilegalmente, ¿o no?

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