Opinión

Cifuentes en capilla

Declara Rajoy que el caso Cifuentes reclama una solución urgente y dictada por el sentido común a escala regional. La todavía presidenta madrileña solo ha captado lo referido a la premura. Remite todo lo demás a la personal voluntad del líder máximo. Ve su futuro está en manos de Rajoy. Y no le falta razón. Lo que no sabemos aún es cómo terminará el culebrón del máster logrado en el economato universitario del PP.
Se vislumbra una salida a la "murciana". "Por mentirosa", dice Girauta, dirigente de Ciudadanos, partido competidor y sin embargo socio en el gobierno de la Comunidad. O sea, dimisión con investidura del sustituto (¿Rollán, Garrido, Adradas, Gomez Angulo?), que desactivaría la moción de censura presentada por los socialistas de Angel Gabilondo. En Génova piensan que mejor susto que muerte. O sea, sacrificar a Cifuentes sin entregar al PSOE un emblemático baluarte. También podrían optar -no lo creo-, por dar cuerda a la moción de censura y poner a Ciudadanos en trance de retratarse ante la clientela compartida con el PP ¿Querría Albert Rivera ir de traidor que regala el trono a un socialista? El cálculo supondría la caída de aquellos en las encuestas mientras crecería el afecto hacia la víctima de Rivera.
Un órdago perfectamente aceptado en Ciudadanos, donde todavía se duelen de la agresividad de Rajoy en su reciente convención nacional ("inexpertos", "parlanchines", "desmemoriados", "lisonjeros"). Sostienen que, "si el PP quiere suicidarse", no tendrían problema en dejar libre el paso de Gabilondo hacia el despacho de la Puerta del Sol. Si se entienden con el PSOE en Andalucía también podrían entenderse en Madrid, por mucho que Rivera se pase el día diciendo que Pedro Sánchez solo piensa en los sillones. Pero si escuchas al líder regional del partido naranja, Ignacio Aguado, te dirá que Gabilondo es un digno candidato, con altos índices de conocimiento y valoración.
Lo que parece desechado en los planes del PP es la comisión de investigación (un salvavidas agujereado) sobre la malhadada decisión de Cristina Cifuentes de adornar su currículum con un máster universitario conseguido en rebajas. La tomó en su día y no le ha traído más que desgracias.
Es evidente la desproporción entre aquella decisión y las tardías consecuencias sobre su carrera política. Lamentable. Una cuestión menor ha producido en efecto mayor. Pero hay que reconocer que no supo gestionar el escándalo. Y ahora las apuestas por su antes brillante figura se han desplomado en las filas del PP, donde la ven atrapada en su inverosímil relato. Peor aún. Ya la ven como un lastre en la causa electoral del PP. Una carrera tontamente malograda. Lo siento por ella, a la que tengo afecto personal.

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