Opinión

Carta con trampa

El ex presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, explicó este lunes en la radio la "trampa" que encierra la carta abierta del presidente y el vicepresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, donde se reclama al Gobierno una mesa de diálogo a imagen y semejanza del Reino Unido y Escocia para pactar un referéndum de autodeterminación.
La verdad es que trampas tiene muchas, aunque el ex presidente y ex lider del PSOE se refiera solo a la que se limita a pedir un referéndum pactado desde la inalterable posición de que el tal referéndum ha de celebrarse sí o sí, a sabiendas de que se trata de algo "no disponible" para el Gobierno de la Nación.
En realidad, insisto, la carta de Puigdemont y Junqueras está llena de trampas. La primera y principal es ocultar el reto de mayor cuantía que habita en el llamado proceso soberanista y desborda la eventual desconexión de Cataluña. No se trata solo de obtener la independencia de una parte de España. Se trata de reventar el Estado, tal y como está constituido desde su fundación hace más de cinco siglos.
Otra trampa clamorosa es la pretendida comparación de España con el Reino Unido y de Cataluña con Escocia. Las diferencias son abismales. Los propios teóricos de la independencia escocesa se han hartado de resaltar la principal: la eventual independencia de Escocia sería de ida y vuelta, porque ya estuvo fuera del Reino Unido y luego se volvió a unir, mientras que Cataluña es parte fundacional del Reino de España, desde el principio, desde que nació como estado moderno en 1492.
Otra de las trampas de la carta es recordarnos que en el Reino Unido "no se dejó en manos de los tribunales lo que se pudo resolver políticamente". Lo cual supone olvidar deliberadamente la inexistencia de una Constitución escrita o una legislación específica a la que remitirse en materia de soberanía nacional e integridad territorial.
De ahí que Rajoy pueda recostarse a todas horas en el cumplimiento de la ley, mientras que en el Reino Unido solo pueden remitirse a la voluntad del Parlamento de Westminster, como fuente de poder y depositario de la voluntad popular. Lo que en realidad viene a ser lo mismo que aquí, con la diferencia de que allí no consta en el derecho positivo y en España sí que está escrito y tiene fuerza de ley fundamental (articulo 2 de la Constitución).
También ha estado lúcido Rodríguez Zapatero en el previsible desenlace de una traslación a España del caso británico. Vale para lo ocurrido con el brexit y para las pretensiones del nacionalismo escocés (SNP). En ambos casos queda demostrado que esta clase de consultas populares no resuelven los grandes conflictos. Los dos episodios saben a derrota. Tanto el referéndum de 2016 para salir de la UE como el escocés de 2014 demostraron que "quien rompe, se rompe", porque divide a los ciudadanos y se instala un debate infinito, pues quien pierde siempre pide la revancha.

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