Opinión

Algo más que estética

Escribo este comentario sin conocer el resultando del `vis a vis` de Oriol Junqueras (ERC) con Pablo M. Iglesias (Podemos) en la cárcel catalana de Lledoners. No hace falta para sentar unos cuantos supuestos de imprescindible aplicación a las buenas prácticas de la vida política.
No es de fácil digestión asumir como si tal cosa el hecho de derivar la gestión de un determinado problema político a lo que pueda decir o decidir un presunto delincuente. Simplemente, por una razón de estética. O sea, por el qué dirán, que no es razón de menor cuantía.
En este caso, el problema es la eventual incorporación de ERC, el partido que lidera Oriol Junqueras, al pacto presupuestario previamente cocinado entre el Gobierno y el líder de Podemos que el viernes visitó al líder `republicano`, que se encuentra en régimen de prisión preventiva.
Lo cual da lugar a una segunda anomalía, también de carácter estético. Seguimos en el terreno de las apariencias. Me refiero a la imagen que se traslada a la opinión pública. La de un enviado del Gobierno haciendo el trabajo indecoroso que el Gobierno no puede-no debe hacer.
Este último supuesto ha sido rotundamente desmentido por Moncloa. "Iglesias no es en absoluto un enviado del Gobierno", precisó la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. El propio Sánchez salió a desactivar un culebrón rentabilizado por el PP y Ciudadanos: "Agradezco a Iglesias el apoyo a esta propuesta presupuestaria, pero le recuerdo que la negociación en nombre del Gobierno la hace el Gobierno", dijo el presidente.
Como "socio preferente", Iglesias le ha echado un cable aclarando públicamente que la entrevista la había pedido hace tiempo Junqueras, que sólo quiere rebajar la tensión y que fue a la prisión simplemente "por hablar". Bueno, y también para tantear al líder de ERC sobre su "disponibilidad" a despejar el camino de los PGE de 2019. Bingo.
Aquí nadie se chupa el dedo. En la mochila de Iglesias viaja el mandato de Moncloa para persuadir a Junqueras de que eche una mano (en los Presupuestos y en el apaciguamiento del llamado conflicto catalán). Pero la parte jactanciosa de Iglesias (dejémoslo en exceso de autoestima) le ha creado un problema de imagen al Gobierno. De ahí las matizaciones sobre el significado de su encuentro del viernes con Junqueras.
Lo que proyecta este episodio (enésima arrancada con inmediato frenazo y marcha atrás) es la falta de engranaje, de momento, entre las claras intenciones de Iglesias (formar coaliciones con el PSOE, en ayuntamientos, autonomías y en el Gobierno de la Nación) y las dudas estratégicas de Sánchez (hacia la izquierda con un socio poco fiable o hacia la derecha como coartada de giro al centro).

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