Opinión

Pensando de nuevo en el voto

En una semanita, ¡hale!, a votar que, total, es un momento; un pellizquito dado a nuestra inteligencia, un pequeño toque que nos despierte del marasmo intelectual en el que la política actual nos lleva sumiendo desde hace ya demasiados años.
Nunca en nuestra vida hemos votado con la sombra de Madrid tan presente sobre todos nosotros, pese a haberlo hecho siempre; o al menos, pese a haberlo hecho así desde que la representación de nuestro voto en las Cortes estaba en manos de los diputados por Zamora. Ironías del destino. O acaso impotencia congénita y racial, vayan ustedes a saber.
Madrid ha gravitado siempre sobre nuestras cabezas, para bien en unas ocasiones, para mal en muchas otras; pero siempre ha estado ahí, como esa nube encima de la cabeza del jefe indio de las historietas de los comics, ya saben, de agradecer cuando hace calor y deja caer una lluvia refrescante, pero que te toca excesivamente los cataplines cuando solo deja caer truenos y centellas, rayos y otros fenómenos atmosféricos de difícil calificación y aceptación insoportable. A ello también hemos contribuido nosotros, eso sin duda. No solo es culpa de Madrid, también es nuestra puesto que lo consentimos. Sin embargo algo habíamos logrado desde que echó a andar el Gobierno de Galicia, el mismo que se empeñaron en denominar Xunta y no Consello, por ejemplo, que era la opción querida y propuesta por Isaac Díaz Pardo y mucho más acorde con la propia historia que la actualmente en vigor.
Algo se había andado desde que el Parlamento de Galicia elaboró leyes acordes con nuestra realidad y hasta que se produjo un punto de inflexión en aquel lejano pleno en el que, curiosamente, las fuerzas nacionalistas no apoyaron la propuesta de una Administración Única, la ampliación de nuestras aguas marítimas jurisdiccionales hasta las catorce millas náuticas fuera de puntas y otra más que conduciría a que se afrontase la reforma del Senado para convertirlo, de forma definitiva, en una cámara de representación territorial, atenta a las Historia más que a las circunscripciones electorales por las que compiten los partidos.
Poco a poco todo se ha ido desvaneciendo, con lentitud, sí, pero pese a ello de forma desesperante, hasta llegar a hoy y tener que pensar de nuevo en nuestro voto. ¿A quién entregárselo, a quién confiarlo? La sombra de un Podemos en el que las novias despechadas ya proclaman sus ansias de venganza, gravita sobre esas Mareas que, como tales, siempre traen de todo y lo abandonan en la playa hasta poder llevárselo de nuevo en la siguiente subida, nos hacen desconfiar de que realmente el Sol, La Tierra y la Luna electorales se vayan a conjuntar ahora en una línea equinoccial de sicigias que convierta en vivas las mareas de forma que lleguen a inundarlo todo en la debida forma: el Manzanares en estos días lleva siempre poca agua.
La sombra de Ferraz se proyecta también sobre un PSdeG en el que leiceagos y abelistas se entremezclan con los pa(n)chistas mientras los tres a una penden de una ronda de consultas que nadie sabe a dónde lleva o que meta realmente se propone. El compromiso galleguista de Leiceaga choca con el viguista de Abel mientras que a los seguidores actuales de Pachi Vázquez y a los antañones de Paco Vázquez les sucede lo mismo que a aquella señora del Poema de Celso Emilio en el que “la dama gime y protesta, caballero, su pipé es pequeño, no jode, pero molesta”. 
De modo lamentable el BNG, sometido siempre por su propia retórica, ajeno a que la sociedad ha cambiado de discurso mientras que él sigue anclado a un lenguaje que, si la sociedad lo usó en un tiempo, cosa que es de dudar, hace años que lo ha ido abandonado; el BNG, les decía, prosigue ajeno a la sombra de Madrid, pero esclavo de sí mismo y de la que se diría su mala sombra de siempre; una sombra de la que, también de forma lamentable, parece que nunca será capaz de desprenderse.
¿Qué nos queda? ¿Ese PP del que, en Madrid, es totémica una gaviota, animal carroñero y vengativo, y aquí, en cambio, lo es si no el albatros, de más alto y elevado vuelo, sí el alcatraz de más limpia trayectoria y vuelo de mayor alcance y duración? Va ser difícil votar con la sombra de la gaviota cernida sobre nuestras cabezas y sabiendo, como sabemos, que su vuelo puede llegar y llega hasta los estercoleros de la Villa y Corte, ocupada hoy por villanos y cortesanos como nuca antes lo había estado; va a ser muy difícil, ciertamente. Y mientras que su triunfo en las gallegas va a ser disfrutado por Rajoy, el fracaso caería solo sobre las espaldas de Feijoo, ahora que va a ser padre y aportar, humildemente, un gallego más. Y esas son las que estamos. Nunca la sombra de Madrid fue tan alargada. Qué pena.
 

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