Opinión

Pasatiempo cultural de verano

Antes, bastante antes de lo que ustedes se imaginan, era normal empezar a referirse a alguien argumentando, sin necesidad alguna de que nadie lo hubiese pedido, que era perteneciente a una ilustre, linajuda, acomodada o acaudalada pero sencilla familia de la localidad o del país.
Sucedía así, más que en ninguna otra sección de los periódicos, en las dedicadas a las que, también antes, se llamaban “Ecos de sociedad”, “Crónica social” o incluso “Eventos y efemérides culturales”. Hace tantos años de eso que mejor ni los contamos.
Ahora tales secciones que inducían, de algún modo, comportamientos y actitudes de emulación en los lectores: todos querrían que se refiriesen a si mismos o a sus familias en términos tales y elogiosos, han sido sustituidas por otras que se titulan “Sociedad y cultura” o “Cultura y espectáculos” que nos dan cuenta de los cuernos de unos y de otros, de las aventuras de cama, de las habidas y las por haber, confirmadas o por confirmar, que ya no son ocupadas por insignes pintores, conspicuos músicos, prestigiosos escritores o insignes hombres de ciencia o de los negocios y de las empresas. Bien que lo siento.
Dicho esto, y si aún procediese, me podría referir ahora a Luis Carré, insigne fotógrafo, como perteneciente a una ilustre rama del galleguismo político y cultural. El que no lo haga es lo que se pierden los lectores más jóvenes, entretenidos en la búsqueda de un Pokemon; las más pizpiretas lectoras emulas de Belén Esteban o de cualquier “miembra” de esa caterva que, mal que bien, pastorea la ínclita intelectual Paz Padilla… y por ahí seguido. Así que, mejor, me callo. Y sigo como si aquí no pasase nada.
Coincidí con el excepcional fotógrafo en la Semana del Cine de Betanzos, celebrada la pasada semana de modo que, al término de la proyección de “La visitadora de cárceles” –magnífica película basada en la vida de Concepción Arenal, con producción de esa otra extraordinaria mujer que es Zaza Ceballos- nos pusimos a hablar de ella; es decir, de la película, de Concepción Arenal, de Zaza y de Blanca Portillo, de la directora del filme y de no pocos actores que intervienen en ella.
De ahí pasamos a las consideraciones pertinentes coincidentes, casi todas ellas, con las que de modo no tan implícito figuran al comienzo de estos párrafos. Se trata a todas luces de una gran película de producción gallega que, como tantas otras, pasará con tanta pena como para que de modo lamentable se nos impida saborear su gloría. Y van…
Luis Carré, hombre de buen ojo, no olviden que es fotógrafo, resumió, a mi entender de modo perfecto, nuestra realidad cultural. Encuéntrenla ustedes entre las pertenecientes a las realidades que se exponen a continuación.
Primer país. Piden un crédito por cien millones par invertir en una película; de ellos gastan veinte en la producción y ochenta en publicidad, distribución y otros diversos “medios” de darle difusión. Obtienen beneficios que le permiten amortizar el crédito, asegurar el siguiente y todavía ganar dinero para ser parte de una nueva producción.
Segundo país. Obtienen cien millones en subvenciones, embolsan ochenta, emplean veinte y si la película no llega a estrenarse no pasa nada. En este país su cadena de TV destinada a la cultura se puede proponer exhibir doscientas y pico de estas nuevas películas cada año y ser incapaz de mantener la audiencia. Se aburren hasta las piedras.
Tercer país. Consiguen la mitad de esos cien millones, también en subvenciones, claro, se gastan ciento veinte, hacen un peliculón pero al final nadie se entera, ni se va a enterar en el futuro, se arruinan y aquí no pasa nada. Hay más posibilidades de jugar con el dinero, con el propio y con el ajeno, pero esto es lo que hay. ¿En qué país vivimos, cuál es nuestra realidad? 
Como comprenderán, este juego se trata tan solo de un pasatiempo propio del verano. No resto do ano, que chova.

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