Opinión

Modositos con corbata

El futuro que nos espera ya se ha puesto la corbata. Su ética está en su estética. Gide ya lo advirtió. También lo advirtió el clásico: Nulla ethica sine esthética. ¿O fue Nietzsche? Reconozcamos que, esto de querer pasar por culto y epatar al buen lector, tiene sus riesgos. Lo mismo que la corbata. Esta puede acabar estrangulándote. El caso es que el futuro se nos ha puesto la corbata. A nosotros, en cambio, se nos están poniendo de corbata.
¿Qué nos querrá decir el futuro al ponérsenos encorbatado? Pues eso que ustedes, lectores sagaces y avisados, están pensando ahora mismito: que no es tan fiero el león como lo pintan, que son gente modosita que a lo más que llegan es a quitarse la chaqueta en las bodas y bautizos que resulten calurosos. O tempora, o mores. Si me dejan que eche mano de otro latinajo. Cambian los tiempos cambian las costumbres.
¿Se acuerdan ustedes del traje de pana de Alfonso Guerra? ¿Y de la cazadora de piel vuelta de Felipe? Eran las prendas habituales en mítines y manifestaciones. La prenda para aquellas ocasiones solemnes en las que el personal debería sentirlos próximos, casi como ellos; sencillos y solemnes pues el ante es ropa cara y la pana era tan solo un guiño. Sin embargo algo querían decir. Y lo decían.
La derecha, mientras tanto, también hacía sus alardes. Fraga, estando en Lugo, se quitó la chaqueta en medio de un mitin, se arremangó la camisa y, cual tornado incontenible, ascendió por las gradas del polideportivo al grito de ¡Vamos a por ellos! Quería reventar a unos reventadores. 
A partir de la escena recordada la derecha empezó a aparecer en mangas de camisa a la hora de los mítines y Guerra tuvo que anudarse un pañuelo rojo al cuello como si fuese a correr a los Sanfermines… o el boi de Allariz, que los del BNG tanto han mistificado. Breogán se lo perdone.
Ahora, la nueva izquierda, invade el Ritz y se pone la corbata. ¿Qué pretenderá decirnos además de lo que ustedes y este su seguro servidor estaremos pensando? ¿Qué no hay nada que temer? ¿O que nos vayamos tranquilizando y de paso nos vayamos olvidando de que hay que reformar la ley electoral, también la de financiación de los partidos, dejar la distribución territorial tal y como está, no tocar la diputaciones; en fin, que no la toquemos más que así es la rosa?
Hace veinticinco años ya hubo quien advirtió que esto acabaría siendo una partitocracia. ¿Lo es ya? ¿Empieza ya a tener pinta de dejar de serlo? ¿Acabaremos otra vez en manos de un partido único?
Qué pena que los lectores solo quieran respuestas y este escribidor no sea capaz de ofrecer más que preguntas. Puede que sea debido a que se sienta superado por la estética. ¿Quién se acuerda ya de las camisetas? ¿Quién de las camisas a rayas? ¿Quién de las de cuadros? Remangadas o no, eran camisas. Si ahora son de un blanco impoluto, se diría que casi inmaculado y no se remangan hasta por encima del codo, algo nos querrán estar diciendo. ¿Se imaginan que la corbata acabase siendo azul celeste, casi como el de María Inmaculada de los cuadros de Murillo?
De todas formas habrá que esperar a ver qué hacen Rajoy y sus muchachos y qué los de Sánchez, puesto que ya vimos que el primo de Rivera se muestra ya como recién salido de la boda de la nieta de una prima de su abuela.
Cuando yo navegaba, allá por el pleistoceno, llevamos en el “Covadonga” un capellán que, en pleno trópico, no se quitaba la sotana bajo ningún concepto. Incluso es posible que ni para dormir se la quitase. Compadecidos sus compañeros de tripulación lo instábamos a ponerse un uniforme de verano –ya saben: blanca y sin mangas la camisa, blanco y corto el pantalón- amparados en aquel que considerábamos irrebatible razonamiento basado en el hecho de que el hábito no hace al monje. Pero el, inamovible, respondía: “Pero lo protege, hijos, pero lo protege”. ¿De que se estarán protegiendo los ahora encorbatados? Como ven todo son preguntas. Búsquele ustedes la respuesta o, si lo prefieren, átenme esta mosca por el rabo.
 

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