Opinión

La indiferencia genera indiferencia

La Historia es siempre la misma, pues idéntica es la condición humana siglo tras siglo, milenio tras milenio. O eso al menos es lo que nos enseña la literatura. Los grandes conflictos bélicos y colectivos de la antigüedad clásica, sus causas y desarrollos, las convulsiones y las compulsiones que reflejan y reproducen la tragedia griega, por un lado, y los poemas de amor, por otro, son tan válidos y actuales leídos hoy como lo fueron entonces.
Hace años, hablando de la modernidad y de “lo actual” con un conocido e ilustre escritor gallego que imparte clases de periodismo, me dio por recordar el libro titulado “Sobre el estilo” de la autoría de Demetrio, que probablemente lo escribió en el siglo III a.C. y, acto seguido, por recordar otro titulado “Sobre lo sublime” atribuido a Casio Longino, entre otros, y fechada que fue su redacción entre los siglos I y III d.C.
Los títulos citados les darán a ustedes una idea acerca de aquello de lo que trataba nuestra conversación. Al citar yo tales textos, mi colega y sin embargo amigo, compuso cierta expresión escéptica, frunció el ceño y mal que bien prometió leerlos. A los pocos meses me dijo que se los había puesto como manuales de texto a sus alumnos.
Circunstancias como las que anteceden, unidas a realidades tales como las que se desprenden de las lecturas de algunas novelas bizantinas, las de Aquiles Tatius, por ejemplo, cuya estructura narrativa viene siendo, mutatis mutandis, idéntica a los de esos videos clips que acompañan las letras de algunas canciones, es decir, que sirven para reflejar los mismos sentimientos y conflictos de hoy mismo y de los de hace cientos y más cientos de años, circunstancias así, son las me llevan a pensar que la Historia es siempre la misma pues idéntica es la condición humana de los seres que vivimos hoy y la de los seres que vivieron hace dos mil años.
Así, fluye la riqueza y crece la cultura, aumenta esta y se desarrolla la ciencia, la sociedad se serena y surge la democracia, en sus diversas versiones, pero siempre entendida como la ejemplaridad de la convivencia tolerante, pacífica y respetuosa en sus más variadas manifestaciones se hace posible. Hace años, un sevillano de pro, dueño de verbo cáustico y cortante, gobernante que fue en periodos de nuestra historia que sirven de perfecto ejemplo de esto que se está afirmando, me comentó que la democracia, entendida como nosotros la entendemos, no funcionaba por debajo de los quince mil dólares de renta per cápita. Creo que tenía razón; al menos yo se la di.
Se viene abajo el nivel medio de vida, se lesiona o se hiere gravemente a la clase media de modo que esta tienda a desaparecer en beneficio de una plutocracia de extranjera procedencia, se acerca a la clase trabajadora y más menesterosa a los umbrales que preceden a los de la pobreza; se sumerge en esta a unos cuantos millones de habitantes de las escalas sociales más desfavorecidas, se importa mano de obra extranjera y se crean arrabales de miseria alrededor de las ciudades, de forma que la inseguridad de los habitantes aumente, y la dolida clase media sienta peligrar sus hábitos de vida, al tiempo que sus privilegios, y quedará perfectamente establecido el paisaje que hará posible los movimientos totalitarios, sean estos nazis o fascistas, bolcheviques o de cualquier otra índole conocida o aún por conocer.
Las últimas elecciones celebradas la semana pasada en Alemania, en las que los partidos de ultraderecha nacionalista alcanzaron cotas de poder con las que ni ellos mismos habían soñado; las no tan recientes francesas en las que esa muy digna hija de su padre madame Le Pen triunfó de manera que nadie pudo cuestionar; lo sucedido en algunos países nórdicos, todo ello, pudiera querer o servir para indicar que la historia tiende a repetirse pues lo que es continuo y no decae es nuestra humana condición.
Cuando tanta gente se pregunta cómo es posible la indiferencia mostrada por la gran mayoría de los líderes europeos, las escasas y a todas luces insuficientes respuestas que se están dando, a los golpes en las puertas de nuestra europea y civilizada sociedad, esos cientos de miles de seres desfavorecidos de la fortuna y de la paz, llegados entre las continuas oleadas de refugiados que pretenden acceder al paraíso europeo, la única explicación que me viene a la cabeza se resume en una pregunta, ésta: ¿qué sucedería si la opinión pública les reclamase, a los políticos salidos de las urnas y por las urnas mantenidos en sus puestos, atención extrema hacia problema tan grave?
Es de suponer que, ante el temor a no continuar siendo elegidos, por depender de esa opinión colectiva y de los votos emitidos por sus electores a partir de la consideración de su falta de respuesta e indiferencia, se pusiesen a promulgar medidas que atendiesen, en debida forma, las demandas que se nos están planteando a los europeos… o a los norteamericanos desde los países situados al sur de ellos.
Es la indiferencia de nuestra sociedad la que genera la de nuestros gobernantes. No nos darán nunca lo que no les exijamos y no lo haremos mientras nuestra sociedad se siga empobreciendo, mientras las clases medias no recobren su lugar al sol y las pertenecientes a los más bajos escalones de la escala social no vean restituidos los niveles de vida y confort que antaño disfrutaron.
Eso solo sucederá cuando los plutócratas que han visto centuplicados sus beneficios y los burócratas instalados en los entresijos del poder político y económico no vean reducidos los grandes privilegios que las últimas políticas neoliberales les han venido deparando.
Mientras la continuidad de tales políticas no se vea contestada la génesis de los accesos totalitarios y xenofóbicos a las estructuras de poder político y económico se pudiera pensar que están plenamente asegurados. Es más fácil la bondad que se desprende de una sociedad rica y segura de si misma que la esperable de otra empobrecida y sumida en la miseria, atenta solo a su propia supervivencia de la que no se pueda afirmar siempre que lo sea en oposición a nadie sino incluso en defensa propia. O de lo que ella entienda como tal. ¿Lo entienden así ustedes?

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