Opinión

Implementando la transversalidad

Uno de los síntomas inequívocos de que se adentra uno en la vejez se manifiesta a partir del momento en el que se le atragantan algunas palabras. Hoy mismo, por la mañana, mientras que con la mayor placidez posible leía la prensa, la prensa impresa, conste, la que te empuja a la reflexión y al pensamiento libre, tropecé con dos de esas palabras puñeteras que no consigo incorporar a mi léxico habitual y que, acto seguido, reseñaré para ustedes por si a alguno le sucede con ellas lo mismo que me sucede a mí sin darse cuenta de que, simplemente, es ya mayor y que quizá sea por eso por lo que, no solo se le atragantan, sino que incluso es incapaz de digerirlas.
Una de ellas es implementar que ha venido a reemplazar, no sé por qué, a la de siempre y conocida aplicar. Implementa esto, implementa aquello, implementa lo otro de más allá y venga a implementarlo todo, de mejor o de peor modo, solo por el hecho de utilizar mal que bien la palabreja y sentir que uno está à la page.
No se dice aquí que esté mal dicha; se quiere decir, en cambio, que no era de uso habitual para la gente de mi edad, criada que fue de otro modo y en otras circunstancias; aquellas que contemplaban los tiempos del sindicalismo vertical, recordados sean por la rápida. De ese hecho quizá se deba la nueva animadversión contra otro término: el derivado de horizontalidad, sustituido que ha sido por ahora el de transversalidad y todos sus derivados. Ahora todo es, o tiene que ser transversal. A mí, ustedes disculpen, me sigue gustando más lo horizontal que lo transversal.
Este tipo de consideraciones que, dicho sea de paso, no suelen servir de mucho o, todavía mejor dicho, no sirven para nada, me lleva a la vieja y más que gastada teoría de que aquí quien se está llevando el gato electoral al agua, suele ser el espectro político –ese fantasma que vuelve a recorrer Europa- que es capaz de generar el lenguaje que el electorado acaba por hacer suyo.
En tiempos, no muy democráticamente electorales, por cierto, se mantenía en el poder la fuerza política que era capaz de elaborar frases, consignas o palabras que prendiesen en el imaginario colectivo. Acuérdense de expresiones como “veinticinco años de paz”, como “plan de estabilización” o incluso “plan Badajoz” que ayudaron a mantener el régimen de Franco hasta que, otra fuerza política, esta clandestina, comenzó a generar las suyas. Recuérdenlas: “reconciliación nacional”, “Unión de las fuerzas de la cultura y del trabajo”, “huelga general pacífica” y así que había de colaborar no poco en la sustitución de la otra.
Esta asunción de la realidad política desde la clandestinidad fue efectiva hasta la apertura democrática. ¿Se acuerdan de “habla pueblo habla”, “libertad, libertad sin ira”, también de ”Pactos de la Moncloa” y de cómo anunciaron estas expresiones el advenimiento de UCD; un periodo que habría de durar hasta que fueron sustituidas por otras como “Cien años de honradez”, “cambio tranquilo”, “de entrada OTAN no” que habrían de conducir al PSOE hasta el poder.
¿Seguimos” Cuando el PSOE dejó de generar lenguaje político fue cuando el “¡váyase, señor González!” y otras y jocosas expresiones aznarianas desplazaron al señor González, el de por consiguiente, e instalaron en la presidencia del gobierno a quien se habría de hacer la picha un lío con los atentados de Atocha y confundir al personal de tal modo con los dimes y diretes, con las palabras bien y mal usadas, que este, el “personal”, acabó “implementándole” a Zapatero, el del talante, la responsabilidad de gobernar en vez de habérsela aplicado a él, impuesto a él, tal y como hasta ese momento se preveía.
Gobernó Zapatero y en su primer mandato supo convertir palabras, generalmente repudiadas, en palabras aceptables y de uso común: “matrimonio homosexual” y otras de semejante índole que ayudaron a cambiar la realidad social y no hacían presagiar el rechazo a las que habrían de seguirle: “no hay crisis”, por ejemplo, utilizadas contra toda evidencia. Y así llegamos a Rajoy y a sus silencios.
Las expresiones actuales no surgen del entorno del gobierno y apenas lo hacen desde el de una oposición apenas ejerciente. Rajoy gobierna desde sus silencios y no lo debe de estar haciendo mal puesto que va sobreviviendo. El problema es el de cuánto tiempo más le va a durar o, dicho de otro modo, nos durará a todos la estabilidad tan silenciosamente conseguida.
Se dice así porque las expresiones actuales, la terminología habitualmente utilizada por la gente de la calle, no suelen surgir de una oferta política concreta sino de una realidad turbia. Son palabras como “corrupción generalizada”, “tres por ciento”, “metro de Valencia”, “ERE sevillanos” y por ahí seguido, de modo que todo vuelve a estar en juego mientras que por el mundo adelante, léase por Francia, por Holanda, por los EEUU las gentes se decantan por aquellos de mensajes contundentes y sencillos, rítmicamente repetidos “America the first, America the first, América the first” que la gente entiende a la primera y aplaude como loca; al menos de momento y una parte (importante) de la gente.
Mientras todo esto sucede por ahí, por aquí la cosa está algo más chunga. La Apasionada Montero, como otrora la Pasionaria Uribarri -disimúlenme la comparación, sean bueniños- grita la sonrisa de los niños e incita a la toma de los palacios de invierno. Cursa la invitación a una multitud harta de pagar facturas o, lo que es peor, de no poder pagarlas. Lo hace bajo la mirada complaciente de su pareja política de hecho, el señor de la cara huevo con coleta, perfectamente capaz de corear consignas que la gente pueda acabar por hacer suyas. ¿Estaremos caminando hacia las consignas, estaremos afrontando ya el sentir en sustitución del pensar? ¿Se acuerdan de Humpty Dumpty, el personaje de Lewis Carrol en “Alicia a través del espejo y lo que ella encontró allí”? Humpty Dumpty, aquel huevo antropomórfico, decía que él era el dueño de las palabras y que estas significaban lo que él quería que significasen.
Podemos esta(r) asistiendo a la degradación de las palabras, conviene tenerlo muy presente. No es que Humpty Dumpty no tenga razón, sino que es más que probable que no sepa tenerla en caso de que las urnas se la concedan, que es lo previsible… de seguir avanzando en el camino emprendido. La Venezuela que hizo posible el chavismo o la Persia que dejó el Sha Palevi y provocó el jomeinismo, fueron unos países en los que se podía explicar muy fácilmente los tiempos que llegaban (de la mano de esos dos movimientos) como tan difícil sería y sigue siendo predecir su salida del poder abandonándolo a la nueva realidad surgida en cada uno de ellos… lo que se recuerda por si no es mentira que, quien paga, manda y de alguna manera se puede relacionar con lo que pueda estar esperándonos.. 
Esperemos que nuestro Humpty Dumpty no se siente en ningún muro, menos si es muy alto, y, si lo hace, que no se caiga de él de forma que se dé un trompazo y “todos los caballos y todos los hombres y los hambrientos súbditos del rey, tengan que desayunar, comer y cenar huevo una y otra y otra vez” como rezaba la canción que mal que bien ahora se recuerda y traduce para ustedes.

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