Opinión

Alguien tiene que sacrificarse

Seguimos del mismo modo en el que lo venimos haciendo desde hace meses: de tumbo en tumbo. Casi se diría que, en vez de tumbo en tumbo, lo que venimos haciendo, todos, es ir de golpe en golpe; de pequeño en pequeño golpe propinado a lo que entendemos o deberíamos entender como Estado de Derecho pues es él, el Estado de Derecho, quien los está recibiendo y acabará por acusarlos. Lo hará de un modo u otro. Pero lo hará. Lo peor es que, también a golpecitos, continuados y en apariencia inocuos, el más fuerte fajador puede acabar noqueado.
¿Quiénes son los que andan de tumbo en tumbo? ¿Quiénes los que dan un golpecito tras otro? Sin duda alguna que usted, lector amable, ya le habrá endilgado a alguien de su escasa simpatía o ajeno a su afabilidad habitual, la responsabilidad del golpeteo sucesivo al que estamos haciendo referencia. No le faltará razón.
El problema es que, a pocos lectores con los que cuente este espacio, en este mismo momento, otro lector afable y sin merma alguna de la razón que le asista, estará haciendo lo mismo que acaba de hacer usted solo que adjudicándole la responsabilidad a otro líder, a otra formación política, a otro modo de comportamiento o de entendimiento no solo de la situación sino también de la solución. Y así sucesivamente.
Hace unos meses la Constitución obligaba a unas cosas que al parecer, una vez transcurridos esos meses, ya no obliga o incluso lo hace de distinta forma. Esto en un caso. En otros unas razones, que hoy ya no lo hacen, obligaban a afrontar una investidura y, llegados a estas alturas, esas razones ya no funcionan y se acabó la tomatera. Vaya usted delante que a mí me da la ria.
Podemos seguir así. Los noes revierten en síes, los síes en noes, en razón de la dirección del viento de la tarde, la luz de la mañana o la velocidad de las nubes allá en lo alto. Nuestra clase política está careciendo de la grandeza histórica que caracterizó a la de la Transición. Aquella supo convertir una transacción en algo que se llamó Transición e iluminó al mundo. Suárez, acompañado de no pocos de los suyos, inmoló unos principios que se llamaban fundamentales y el país empezó a cambiar y la convivencia a ser posible. Carrillo hizo lo mismo por su lado y sacrificó a su partido en aras de la convivencia. Eran Hombres de Estado.
Hace menos tiempo, Pérez Ru-balcaba sumió a su partido en un pozo del que no consigue salir pese a los esfuerzos realizados porque hizo una política suicida, entendida sea la afirmación desde el punto de vista que afecta a su formación partidaria, postergándola ante una política de Estado que en esos años difíciles entendió como necesaria.
Ahora andamos de tumbo en tumbo, ajenos a la grandeza de antaño quizá porque nuestra sociedad haya dejado de producir Hombres de Estado y se haya contentando con ir tirando a fuerza de pequeños hombres a los que les queda grande la Razón de Estado, esa entelequia que se utiliza siempre para justificar hechos injustificables y de la que nos olvidamos cuando lo que queremos exhibir y defender son los injustificables.
Cómo salir de esta situación de pequeños y continuos golpes que acabarán afectando al Estado, cambiando la percepción que de él debemos tener, viene en una receta que no es el cronista quien debe extender usurpando papeles que no le corresponden. El cronista tan sólo empieza a sospechar que este empiece a ser ya un tiempo de renuncias, un tiempo de decantación, de difícil decantación. Aquí alguien tiene que sacrificarse. ¿Quién?
Unos dirán que tendrá que ser el líder de la oposición, otros que el del partido que sostiene al gobierno en funciones; otros más que el jefe de filas que tiene unas manos mágicas y llena de aspavientos sus intervenciones en televisión y no faltará quien afirme que deberá ser el líder de Podemos quien lo haga. ¿Y cuál de los cuatro deberá ser el que dé el paso?
Quizá tengan que ser los cuatro a un tiempo, con todos los errores y con todos los aciertos tenidos a lo largo de este tedioso proceso del que no han sabido, o querido, sacarnos. Es un desiderátum; sí, lo es. Pero lo que están llevando a cabo entre todos es la construcción de un disparate. Y ya nos va llegando.

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