Opinión

Libros y ordenadores

He asistido a un interesante encuentro, informal, en el que debatimos y contrastamos datos sobre la oportunidad o no de mantener los libros de texto en las aulas o sustituirlos progresivamente por los ordenadores y las pantallas electrónicas. Yo soy un ferviente defensor del libro tradicional frente al electrónico, y así lo mantuve en esa confrontación de ideas en las que, para sorpresa mía, estuve muy bien acompañado.
La moda, la corriente cada vez más extendida entre un importante sector del profesorado, es que el papel debe desaparecer de las aulas y dejar paso a las tablets por motivos ecológicos y de protección medioambiental. A primera vista el razonamiento se acepta sin recurrir a ningún tipo de valoración o comparaciones. Tanto es así que las propias administraciones públicas han entrado en el juego, gastando más presupuestos en dotar de material electrónico a los centros públicos y concertados, que en proteger la edición y difusión de libros de texto y para lecturas escolares.
Es más, hay Gobiernos que le han declarado una guerra sorda al libro en beneficio del negocio electrónico de las multinacionales del sector. De nuevo estamos ante una gran falsedad, un gran fraude social, disfrazado de protección ambiental. Nos han vendido un discurso muy bien construido capaz de mover a las masas para comprar aparatos perecederos, más contaminantes y peligrosos para el medio ambiente que la producción y empleo del papel.
Los expertos medioambientales han demostrado científicamente, sin que apenas nadie los escuche, que el impacto en el calentamiento del planeta por el uso de libros impresos en papel es casi diez veces menor que el uso de documentación y elementos electrónicos. Las plantaciones forestales para la fabricación de papel contribuyen a mantener un planeta más verde, absorben CO2, ayudan a frenar el cambio climático y, como materia orgánica, son renovables tras ser talados y cortados. Además, el papel y el cartón son los materiales que más se reciclan en España y en Europa.
En el otro lado de la discusión están los complicados productos electrónicos, sometidos a ciclos producción, consumo y desecho incontrolables. Muchos materiales y componentes utilizados en su fabricación provienen de minerales no renovables ni reciclable ni reutilizables. Pronto serán un problema similar al de los combustibles de origen fósil.
Hoy, la chatarra electrónica ya empieza a despertar alarmas. Por ejemplo, millones CD y DVD, fabricados con policarbonato reciclable, todos los meses acaban en los basureros, ríos y mares, donde se calcula que tardarán unos cinco mil años en descomponerse. Otros componentes como el plástico, el paladio, el cobre, el aluminio… corren la misma suerte. El balance ecológico está claro que favorece al buen uso del papel. Pero si le preocupa el futuro de la Tierra y quiere saber más sobre este asunto, no vaya a la Wikipedia, existen libros muy solventes, serios y bien documentados. Utilícelos. 

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