Opinión

Yihadistas entre nosotros

En los últimos días las fuerzas de seguridad españolas han detenido a una decena de yihadistas, algunos de los cuales enseñaban a sus hijos a matar como ya saben hacer una veintena de adolescentes y niños españoles entrenados en Siria e Irak por el DAESH, el Estado Islámico.
 Hace poco más de un año las autoridades penitenciarias calculaban que un mínimo de cuarenta presos comunes musulmanes se habían radicalizado en prisión haciéndose yihadistas, pero ahora creen que ya son ochenta, como mínimo.
 El mundo occidental gira a la derecha y los partidos socialdemócratas pierden poder, en parte porque esa derecha mantiene muchos de sus programas sociales, pero sobre todo porque al abrirse a la multiculturalidad despreció los valores propios, especialmente el del judeocristianismo pulido con el racionalismo.
 Así, resulta tolerante con los intolerantes y permite que mezquitas y oratorios pagados por el fanático wahabismo saudí, adoctrinen y radicalicen millares de musulmanes y a sus hijos.  En defensa de “la libertad de conciencia y de su cultura” permite que las mujeres caminen por las calles encerradas en cárceles de tela, o las actitudes machistas de algunos hombres en los hospitales y de niños en las escuelas.
 El terrorismo islamista –hay socialdemocracias europeas que pretenden encarcelar a quien use públicamente ese término-- tiene revuelta a media Europa, que sabe que el DAESH se infiltra entre los refugiados, como algunos detenidos en España
 Francia, el laboratorio de todos los movimientos civiles europeos desde su Revolución, que no vigiló los radicalismos, empieza a rechazar el multiculturalismo con su nueva derecha dura, la de François Fillon, o la más antigua y dura, la de Marine Le Pen.
 Mientras, desde EE.UU., el otro faro de las libertades desde el siglo XVIII, Donald Trump declara indeseable el islam.

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