¿Víctimas de la teletienda? Somos tontos, muy tontos

Un señor viendo la televisión con anuncios de la teletienda.
photo_camera Un señor viendo la televisión con anuncios de la teletienda.

Antes de saquear el Ayuntamiento de Marbella y colgar un Miró en su cuarto de baño, Juan Antonio Roca trabajó en una empresa cuyo jefe sin escrúpulos le repetía cada día. “El mundo está lleno de gente deseosa de ser engañada, sólo hay que encontrarlos”.

La misma filosofía se intuye en los anuncios de productos -mal llamados de fitness o salud- que vemos como churros en la televisión o en Internet. O que meten con calzador en nuestro propio teléfono móvil. Difícil no sucumbir ante tal bombardo de promesas atractivas y definitivas. Cuando nos percatamos del engaño, claro, la compra ya está hecha. 

Productos disparatados

Fajas que reducen tres tallas, tobilleras que curan dolores de espalda, cremas que eliminan la grasa y las arrugas, batidos respaldados por 9 de cada diez consumidores, pulseras que mejoran el equilibrio,  audífonos que detectan una mosca a cien metros... ¡Incluso artilugios que aumentan varios centímetros el miembro viril masculino! ¿Cuándo tomará Sanidad medidas contra esta banda de estafadores? 

Desengáñense. No existen dietas ni productos milagros. No hay más método que confiarse a los profesionales, conocer nuestro cuerpo y sus procesos, mejorar nuestros hábitos de vida y aceptar nuestras posibilidades de mejora, que son muchas, así también como nuestras limitaciones. Lo demás es humo. 

El increíble Doctor Metz

De entre toda esta feria, mi anuncio favorito es -todavía existen- el de las increíbles plantillas adelgazantes del muldialmente conocido doctor Metz.

¿Cómo? Pues sí. Unas plantillas para los pies que masajeaban unos puntos claves, gracias a los cuales se conseguía bajar peso ipso facto, mejorar el humor y, si me permiten, convertirse en una fiera en la cama. Presentadas por un señor con bata y bigote blancos -suponemos el prestigioso doctor Metz- detalle fundamental para aportar seriedad al anuncio.

Mientras el locutor enumeraba las virtudes, en la parte baja de la pantalla, circulaba una leyenda fugaz: “Debe combinarse con dieta y dos horas de ejercicio físico”. ¿Precio? Sólo 31 euros. Doctor Metz, es usted un genio. ¿Y nosotros? Tontos, muy tontos. 

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