Opinión

Verano de corrupción

El mismo día en que el eterno presidente de la Real Federación española de Fútbol, Ángel María Villar, era detenido por agentes de la Guardia Civil y conducido bajo custodia a sus dependencias, el que fue máximo responsable de Caja Madrid entre los años 1996 y 2009, Miguel Blesa, ha sido encontrado muerto en un coto de caza de Córdoba con un disparo de escopeta en el pecho. La primera hipótesis manejada por los investigadores supone que el todopoderoso personaje condenado a seis años de cárcel por su participación en el llamado sumario de las “tarjetas back” y a la espera de ingresar en prisión pendiente de la decisión final del Tribunal Supremo, se ha rendido ante la desesperada situación  que estaba viviendo.   Blesa había regateado los efectos de una primera  investigación judicial abierta en 2013 por la concesión de créditos de alto riesgo al grupo Marsans y especialmente por la disparatada adquisición de una entidad bancaria en Florida por más de seiscientos millones de euros –la operación ha costado al final más de mil millones antes de su definitivo hundimiento- ruinosa y a todas  luces incongruente con la propia situación financiera de la Caja que presidía en aquel  momento. Volvió a ser investigado por la venta de acciones preferentes en cuya desgraciada actividad Caja Madrid fue pionera y volvió a capear el temporal tras una breve estancia en presidio hasta que estalló el escándalo de las tarjetas opacas, en cuyo sumario estaba incluido el ex vicepresidente económico Rodrigo Rato que recibió la misma condena. Las indescriptibles correrías de Miguel Blesa durante su gestión a los mandos de la entidad de ahorro llenaron páginas en los periódicos de aquel tiempo y nos ofrecieron el retrato de un sujeto orgulloso, pagado de sí mismo e incapaz  de reconocer los estragos de una actuación absolutamente inconcebible a la que nadie puso coto en su momento. Es esa sensación de impunidad manifiesta al paso de años y años lo que más resquemores suscitan y lo que produce mayores y más comprensibles extrañezas. Tanto en la sorprendente estancia por casi treinta años de Ángel María Villar en el sillón federativo dominando sin el más mínimo contrapeso ni exigencia alguna el fútbol  español, como en la trayectoria colmada de caprichos, excentricidades, disparates financieros y culto a su propia persona de Blesa, o  bien en la vergonzante presencia de la familia Pujol que sigue sin cumplir condena alguna paseando libremente por la calle todos ellos amparados en una insólita situación jurídica que los mantiene libres y tan estupendos todos ellos. El caso de la familia Pujol abochorna y compromete a la Justicia.


Blesa se ha quitado de en medio, Villar va del cuartelillo al juez. Y los Pujol se descojonan de todo ello. Menudo verano tenemos. 

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