Opinión

Se va la serpiente, pero queda el huevo

Hay que ser enormemente ingenuo para creerse que la escenificación de su retirada que estos días representa la organización terrorista ETA, que finge pedir perdón por sus crímenes, pero no colabora en aclarar los más de 300 impunes, representa de verdad un cambio esencial en sus ideas, propósitos, objetivos y estrategia. Dicho de otro modo, se va aparentemente la serpiente, pero deja el huevo. Todo este teatro marca claramente su objetivo, conseguir que salgan a la calle los 274 de sus pistoleros que, según los últimos datos están en prisión, 50 de ellos en Francia. Así que hay que irse preparando para esa fase que ya se ha iniciado: primero, acercamiento; luego, liberación.
Si ahora ETA no mata es porque no puede, porque ha sido derrotada. Pero trata de fingir un arrepentimiento por sus crímenes que nadie puede tomarse en serio. No hay perfidia en la historia de ETA que no se haya perpetrado, incluida la paradoja humana del etarra que llegó a asesinar a un concejal de su pueblo que, siendo niño, le salvó la vida con riesgo de la suya propia, en un accidente de tráfico.
En su momento de apogeo, la banda llegó a unos 3.700 efectivos, más o menos implicados, sin contar a simpatizantes y colaboradores. La simple lectura de sus manifiestos denota que sus objetivos siguen siendo los mismos: construir una Euskadi socialista, según su modelo, basada en el euskera como único idioma, el etnicismo vasco (fórmula disimuladora del puro racismo antiespañol), y la independencia de los territorios que forman la nación vasca: Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra (en España), Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa (en Francia). Y eso sigue igual. Y este ideario sigue vigente y lo proclaman los partidos que en realidad no son otra cosa que la marca política de ETA en sus variantes.
Para entenderlo, base leer sus comunicados: “ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”, y se despide de ese pueblo al que dice haber servido, pero nos advierte que la lucha por sus objetivos va a continuar, pero sin pistolas. Este párrafo resulta particularmente abyecto: “Los exmilitantes de ETA continuarán con la lucha por una Euskal Herria reunificada, independiente, socialista, euskaldun y no patriarcal en otros ámbitos, cada cual donde lo considere más oportuno, con la responsabilidad y honestidad de siempre”. 
No hay en ninguno de sus comunicados autocrítica, sino que se insiste en que fue necesaria su existencia frente al Estado español opresor del pueblo vasco, sin el menor arrepentimiento por el dolor causado ni el menor propósito de colaborar con la Justicia. Han cuidado las palabras, a instancias de los mediadores para evitar el reconocimiento de la derrota: ETA se disuelve porque sí, no porque haya sido vencida. Los 50 años de crímenes ha sido sólo una fase “del ciclo histórico”. Quiere ser recordada por su lucha por la “liberación del pueblo vasco” y ahora quiere convertirse en un “agente” activo de la convivencia y la paz. Y en esa nueva fase, ya está claro el objetivo “Materializar el derecho a decidir para lograr el reconocimiento nacional será clave. El independentismo de izquierdas trabajará para que ello conduzca a la constitución del Estado Vasco”,
En el colmo del cinismo, sin autocrítica alguna, dirige sus ataques, otra vez, al enemigo, a los gobiernos de Francia y España. Lamentablemente, la falta de perspectiva de los mediadores, parece convertir sus acciones en una lucha entre iguales; es decir, entre los Estados y sus pistoleros. Los casi 850 asesinatos fueron una mera incidencia en esa lucha.

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