Opinión

Una de recuerdos

El poderoso estallido tanto artístico como social que constituyó el pop británico de los años 60 es, a estas alturas del nuevo milenio, uno de los más poderosos manantiales de inspiración para quienes se desempeñan en el mundo del sonido y de la imagen y hasta Coca Cola está utilizando ahora una canción de los Beatles. También en el de la literatura  puesto que, a las memorias de los que engrosaron las filas de sus protagonistas, hay que añadir una generación mucho más joven que afronta el fenómeno con claras intenciones analíticas, que pontifica sobre sus orígenes y consecuencias y, todo hay que decirlo incluso con orgullo, trata de replicar el modelo medio siglo largo después. Los hoy veteranos y antaño clase de tropa en aquellas lides, nos hemos convertido por razones naturales en entusiastas consumidores de textos y filmaciones que se basan en aquella época, sin duda porque nos recuerdan unos años pasados estupendos y felices en los que éramos chicas y chicos con minifalda ellas y greñas nosotros que comenzábamos a abrirnos a la vida y a convivir en un mundo que –probablemente gracias a un esfuerzo nuestro que alguien debería agradecernos como se merece- apuntaba a nuevo, excitante y cuajado de sorpresas. Luego no fue para tanto, pero bueno…
Leo a estas alturas un buen puñado de libros que me cuentan en pormenor la mayor parte de lo que yo ya sé, aunque ese relato aparezca trufado de triunfales anécdotas capaces de crear humor y una sonrisa directamente unida al singular desarrollo de los viejos y buenos tiempos. Por ejemplo, la mayor parte de los músicos que ocuparon el panorama del ritmo en el Reino Unido de principios y mediados de los sesenta adoptaron -inspirándose en los de los músicos estadounidenses que hacían lo mismos- nombres y apellidos más sonoros que los propios. Jet Harris, bajista de la elegante banda The Shadows, que en realidad se llamaba Terence Harrison, era un sujeto mucho más lúgubre que sus compañeros de formación y mucho más beodo todavía. Todos ellos decidieron añadir una ligera coreografía para prestigiar sus actuaciones copiando los movimientos de las bandas negras. Harris se confundió al ejecutar el paso de baile, se hizo un lío y se cayó del escenario causándose lesiones en ambas piernas. Los saltitos de The Shadows se hicieron famosos en el mundo entero, pero entonces, el bajista ya era Brian Locking que conjugó muy bien con Marvin y Welch, los guitarristas.

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