Opinión

Un desastre y un farsante

Venezuela lleva demasiado tiempo de penuria y sufrimiento que el gobierno de Maduro no atina a paliar y lo que es mucho peor, ni siquiera reconoce. Maduro hubiera sido probablemente un estupendo conductor de trasporte público si no se hubiera involucrado en la gestión política a la que llegó proveniente de las organizaciones sindicales. Un cúmulo de afortunadas carambolas –afortunadas para él evidentemente no para el pueblo venezolano- le colocaron en primera posición para sustituir al difunto Hugo Chávez y, ayudado por un pajarito en el que suponía estaba depositado el espíritu de su antecesor, comenzó a regir los destinos de la madre patria hasta acabar con ella. En Navidad la crisis que asola Venezuela se incrementa y los venezolanos han de enfrentarse a jornadas sin alimentos primordiales, cuajadas de cortes en el suministro eléctrico y lo que es aún más paradójico, sin carburante. Resulta increíble que uno de los países productores de petróleo más importantes del mundo haya de soportar una creciente carencia de gasolina capaz de paralizar sus transportes.
Este panorama estremecedor que se torna apocalíptico cada tiempo que pasa,  tropieza con la permanente muralla edificada por el Gobierno y sus instituciones afines para cubrirse echando mano además de las decisiones más cuestionables. El presidente Maduro y sus organismos colaboradores adoptan cada vez con mayor frecuencia decisiones claramente arbitrarias que están sumiendo una nación rica y bien dotada de recursos naturales en un caso de miseria compartida tan grave que ha propiciado una reciente salida de la multitud a la calle refrenada por la policía con el correspondiente y negro balance de heridos, detenidos y represaliados. Maduro no tiene el menor empacho en el uso de argumentos peregrinos para guardar sus espaldas y en este último caso le ha endosado la culpa del desabastecimiento de alimentos nada menos que a Portugal pues, al parecer, todos los perniles de jamón que los habitantes de Venezuela consumen en Navidad provienen del mercado portugués y en este caso no fueron suficientemente servidos. Maduro no desea explicar que su gobierno le debe a las empresas lusas servidoras del género, la cuenta entera del año pasado y parte de los anteriores. Maduro no solo es un gobernante catastrófico sino que además es un farsante. Venezuela es ya, y tras El Salvador, el país con mayor número de delitos de sangre de la tierra. El futuro venezolano es peor aún que el presente

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