Opinión

La tradición de los Reyes Magos perdura en sus valores esenciales

En una de sus entrevistas en las que se refería a su infancia, propio Fidel Castro cuenta la ilusión con que él y sus hermanos esperaban la llegada de los Reyes Magos, tradición que los emigrantes gallegos como su padre mantenían en Cuba, y recordaba una trompeta de juguete que le dejaron uno de aquellos años. En gran parte de lo que fue la América antes española la tradición persiste, sea festivo o no ese día. El día 6 de enero es festivo en España, México, Puerto Rico, Paraguay Uruguay y Colombia y no lo es en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Venezuela. También lo es en partes de Alemania, Austria, Croacia, Eslovaquia, Finlandia, Italia, Liechtenstein, Suecia y Suiza. 
El Evangelio no habla de “Reyes”, sino de “Magos”, lo que puede interpretarse también como hombres sabios, ni tampoco menciona sus nombres, que no aparecen en la tradición cristina hasta el siglo V. Algunos autores sostienen que fueron miembros de una casta sacerdotal medo-persa de la época aqueménide. Por su parte, la figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, algunos, fueron integrados de los evangelios canónicos que hoy conforman el Nuevo testamento de la Biblia.
Se cree que fueron tres por ser tres los regalos, cada uno con un sentido simbólico (oro, incienso y mirra). El oro es el símbolo del poder; el incienso de la santidad, pero se duda en qué se quiso significar con la mirra, una resina aromática que exuda un árbol que de forma natural crece al noreste de África, en Arabia y Turquía. Los antiguos la usaban en medicina y para fabricar perfumes. Se supone que por su sabor amargo, se quiso significar la propia amargura que espera a Jesús en su paso por la tierra. En cuanto los nombres de los tres magos, originariamente en los primeros textos y evangelios apócrifos (no reconocidos por la Iglesia) aparecen en un caso como “Melichior, Gathaspa y Bithisarea”, por un lado, y “Balthazar, Melkon y Gaspard”.

¿Y si fueran andaluces?
La tradición cristiana estableció los nombres como los conocemos y sitúa su origen de modo impreciso, pero más genérico y compartido, en lugares lejanos de Palestina, siguiendo una estrella. Entre las muchas interpretaciones de su origen, se llega a considerar que procedían de pueblos paganos que fueron los primeros en aceptar al hijo de Dios antes que los propios judíos.  Un relato sobre la infancia de Jesús, del que fue autor el Papa Benedicto XVI alimentó la polémica, basada en este escrito, de que no venían de Asia, sino de Tartessos, una zona que se ubica entre Huelva, Cádiz y Sevilla. En este relato se habla también de “hombres sabios”, convertidos en “reyes”. Pero la tradición se quedó sólo con la última parte “Reyes Magos” y situó su origen en Asia, con preferencia; pero también en Europa y África, el mundo entonces conocido.
No está muy precisada la tradición, netamente española (no como el Belén, ideado por San Francisco, que compartimos con otros pueblos católicos) de cuando se empieza el rito de la carta y los regalos a los niños, pero tiene al menos tres siglos. La primera cabalgata de la que se tiene noticia en España se celebró en 1886, organizada de manera oficial para conmemorar la llegada de los Reyes Magos en la localidad de Alcoy. Las cabalgatas como hoy las conocemos se extendieron por el Levante y luego Andalucía y más tarde el resto de España.
En cuanto a la carta era un rito en la España de los años cuarenta y cincuenta. La tradición de los Reyes resiste atrincherada en el corazón de los padres y las madres. Y se mantuvo tiempos difíciles y apretados, pero, ¿acaso no siempre lo fueron? He vuelto a escribir una carta a los reyes para pedir que todo el mundo pueda vivir la vida digna que merece; para hacer un mundo mejor, para recuperar la fe en el futuro Para que los hombres buenos no se cansen de serlo, para que los que luchan no desfallezcan, para que jueces justos metan en la cárcel a todos los ladrones de guante blanco y que devuelvan lo robado, a todos los malhechores que ahora tanto abundan. Ya sé que es mucho pedir, pero los hombres y las mujeres de buena voluntad haremos todo lo que podamos.
Insisto, Reyes Magos de Oriente, ¡traednos ilusión! La necesitamos más que ninguna otra cosa, aunque también os agradecemos la corbata y los calcetines. Y que nadie se olvide de dejar la zapatilla donde se acostumbra. Yo lo hago.

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