Opinión

Tirar la primera piedra y esconder la mano

La pasada semana,  recibí puntualmente en mi correo la reflexión de Manuel Cabada, SJ y filósofo de reconocido prestigio en diversas países. Y vive aquí, en la comunidad jesuita de Bellavista, en Teis. El me dio la idea para entrar a por uvas: la abundancia de personas que lanzan una insidia, o dudan de la honradez del vecino, aunque cabrían otros muchos ejemplos con el mismo final: tirar la piedra y de seguido esconder la mano. Escapar, no hacer frente a su responsabilidad, diciendo incluso que ha sido el otro. Echarle el muerto al prójimo es muy socorrido. 
Cabada,que  tiene por buen amigo a Xosé Luis Méndez Ferrín, tan distintos en apariencia, sin duda cultivan virtudes semejantes, uno desde la moral, el otro desde la ética. No importa, pueden ser muy  semejantes y estoy por asegurar, dado que los conozco,que lo son.
Aludía Cabada al episodio bíblico: “Hoxe a escena descrita por Xoán está en relación cunha pobre muller que fora sorprendida en adulterio e que polo tanto estaba condenada, segundo a lei de Moisés, a ser lapidada públicamente”. Los asesinos de aquella mujer, a cada pedrada que la arrojaban, no hacía falta que escondieran la mano. Lo que se escondían asi mismos era las preguntas terribles: “¿Será justo este castigo? ¿Estamos legitimados para tirar la piedra y esconder la mano?” Lo que escondían en lo mas hondo los que apedreaban, era su conciencia. Sin conciencia o con ella adormecida no hay culpa, no hay dimensión del daño que se hace. A la conciencia de los culpables sin arrepentimiento, y perdonen la metáfora un tanto pedestre, no le llega con el sueño reparador de la noche, quiere también una siesta.
De la caverna, quizá, surge en un instante la necesidad de contemplar la lapidación  como expresión de una nada despreciable cantidad de países tercermundistas. Quién responde, que no se si me atreveré a poner negro sobre blanco, en este papel, la reflexión: ¿Tienen derechos los paupérrimos, los explotados, a aplicar normas ancestrales, para castigar  a quienes los oprimen? Mejor hacer un paréntesis porque una solución digamos moderada, no satisfará a unos por insuficiente, en tanto otros querran ir mucho mas allá y apedrear a todo lo que se mueva y tenga dos piernas. Los cojos, por cierto, de una o las dos extremidaades inferiores son legión en paises en guerra, o que tienen una asistencia sanitaria carente de calidad, o una dictadura insensible a las demandas de los mas necesitados, por no enredarnos en mas ejemplos. Los culpables de su cojera son dictadores en cuadrilla que no se han hecho la prueba auditiva, pues no hacen caso a nadie, o mas bien a cualquiera, ya se sabe que dos negaciones son una afirmación  Los culpables de las cojeras son quienes inician o desarrollan guerras y acaban con la poca sanidad pública que tenían, en todo caso tiran la primera piedra y esconden la mano. De la insensibilidad a las carencias de los más necesitados, no hay que tomar nota, que son insensibles a todos menos a los ricos que les pueden dar comisión por un negocio  con “protección” oficial.
Vamos a lo concreto: hay unas páginas, de procedencia sudamericana, con el encabezamiento;  “La primera piedra. Periodismo sin esconder la mano”. Buen eslogan, que supone dar la cara por los demás… porque desde hace centurias muchos medios de este país defienden los intereses de infinidad de colectivos, y al único que excluyen de su apoyo es precisamente a los próximos, a los periodistas.Que nadie en concreto se de por aludido.
A tenor de lo dicho, la piedra tiene mala prensa.  Me lo confirma una segunda edición de “Diccionario del uso del español”, de la muy valiosa María Moliner, fallecida hace años y que sacó a la venta la obra que poseo desde entonces, es decir 1999. En la entrada piedra, está piedra de escándalo, y literal: “Suceso o persona que da lugar a que la gente se escandalice o murmure”. Doña María se llevó el secreto a la tumba el secreto del escándalo que da lugar a escandalizarse. No siempre, podía la ilustre zaragozana, presentarse como la Agustina de Aragón del lenguaje. No es menos provocativo en el Diccionario el “menos da una piedra”. Esto,  en la definición literal: “Comentario ante la escasez del provecho o del resultado obtenido, con el que se anima a conformarse con ello”. Y en definitiva, la explicación de la señora Moliner a lo que planteo en el título de este “Entrar a por uvas”. Es así: “Causar daño una persona disimuladamente o con hipocresía”. A saber, que si el daño  no se hace con disimulo para esconder la mano, ¡cuantos se salvarán de la reprobación!, por muchas pedradas que arrojen. Y si no vas ejerciendo de hipócrita eres bueno como San Francisco de Asís, amante de los animales irracionales.
Mala prensa la de la piedra, menos mal que para remediarlo están los Evangelios. ¿Recuerda aquel pasaje de la Biblia?, el “Tu eres Pedro y sobre esa piedra edificaré esta Iglesia”. Jesús no esconde la mano, ahí está la prueba, en la lanzada de Longinos, que por cierto era bizco y miraba para otro lado cuando le acusaban.
 

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