Opinión

De tangas y burkinis

Dicen que Francia es el país de la moda. Pues resulta que este verano no se podrá llevar en sus playas el hit del verano, el Burkini. El traje de baño diseñado para las musulmanas, cubre todo el cuerpo y sólo deja a la vista la cara. La última ciudad en sumarse a la prohibición es la fílmica Cannes.
La medida tomada por el alcalde de la ciudad se produce al mismo tiempo que en Córcega, en una turística playa, se produjeran duros enfrentamientos entre corsos y  un grupo de magrebís.
Al parecer los incidentes se produjeron cuando algún turista quiso fotografiar a las mujeres ataviadas con el bañador islámico  entrando en el agua. A sus acompañantes no les gustó e insultaron e increparon al turista, a partir de ese momento la discusión se convirtió en una auténtica batalla campal que sólo pudo ser detenida por la intervención policial.
Todo esto acontece un mes después del salvaje atentado de Niza y nueve meses después de los atentados de París, hechos que, sin duda, han polarizado las relaciones entre los franceses y las comunidades musulmanas.
Preciso es recordar que tanto el burka (túnica que cubre la cara y el cuerpo) como el nikab (solo deja entrever los ojos), no se pueden llevar en lugares públicos  en Francia desde el año 2010, por considerarse que vulneran la definición de laicidad del Estado francés. Sin embargo sobre el Burkini no había, hasta ahora, reglamentación alguna.
 La decisión de varios alcaldes del sur del país de prohibir en sus playas el burkini ha abierto una gran polémica entre los defensores de la libertad de expresión y los partidarios del respeto del laicismo en el espacio público, un debate que se agudiza y radicaliza con el sentimiento de inseguridad provocado por los atentados.
Imaginemos que en alguna de las sublimes playas de Galicia, atestadas de veraneantes en pleno mes de agosto, un grupo de mujeres ataviadas de la cabeza a los pies con un traje de baño que sólo deja ver su rostro se pasean por la orilla o se adentran en el mar. Lo más probable es que el personal se de la vuelta a mirarlas y no me extrañaría nada que alguno le sacara una foto o incluso se quisiera hacerse un selfie con alguna de ellas, provocando la furia de sus respectivos maridos, hermanos o primos.
¿Y al revés?, se imaginan ustedes lo que podría pasar si un grupo de chicas con sus mini bikinis o incluso con sus tangas se pasearan por las playas de Qatar o Arabia Saudí? Tengo la impresión de que en este caso la cosa no quedaría en un selfie.
El debate de los franceses está, sin duda, condicionado por la situación de emergencia producida por los atentados terroristas, pero tampoco es menos cierto que la polémica levanta otras ampollas, como la de considerar que no es la libertad de expresión la que se coarta con la prohibición del burkini, sino que son los velos islámicos los que coartan y reprimen la libertad de las mujeres árabes.

(*) Presidenta de Executivas de Galicia.

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