Opinión

Sublimación de la cobardía

La huida de Anna Gabriel a territorio exterior ha producido un terremoto en las redes como suele ocurrir  con ciertas noticias que trascienden el terreno de lo común. Esta salida a la carrera de la líder independentista es tan chusca e inspira tanto ridículo que no ha resistido la crítica popular en las redes para un personaje que, muy a su pesar, no ha logrado despertar simpatía alguna ni siquiera en el férreo y exclusivo círculo en el que se ha convertido la Cataluña partidaria de la separación. Gabriel ha salido simplemente corriendo ante un requerimiento judicial, una actitud vergonzante que define en toda su culpable flaqueza  a los responsables de esta pantomima. Su comparecencia ante un juez suministra tal temor que todos ellos se han negado a sí mismos negando también de paso  el significado real de su causa. El último en acojonarse como un colegial pillado rompiendo los cristales del patio con un tirachinas ha sido Artur Mas, para el que la declaración de independencia pronunciada en sede parlamentaria regional no era de verdad sino una forma de afirmación política. Vamos, una cosa simbólica sin más trascendencia que el puro formalismo.
La deshonrosa renuncia a los principios manifestada por un frágil Artur Mas forma parte del comportamiento generalizado del que hacen gala estos impresentables dirigentes a los que la sola presencia de una toga parece colocarles un nudo en la garganta que les incita a olvidarse de todo lo anteriormente vivido. Anna Gabriel, se ha fugado pero antes que nada ha educado su imagen y ha decidido hacerse un corte de pelo más convencional para que los suizos  la tomen en serio. Anticapitalista y antisistema, la diputada  de CUP no ha elegido para su deleznable refugio un país necesitado ni se ha ido a prestar servicio a los más necesitados en un ámbito social acorde con sus creencias. Se ha ido a Suiza, el mismo país de ricos en el que vive Iñaki Urdangarín, un país poblado de bancos donde se guardan los capitales más ostentosos de la tierra, donde se protegen las maniobras fiscales y donde solo se recibe a los que tienen muchísimo dinero y necesitan guardarlo. Gabriel es mentirosa, es populista y es incongruente, eso ya lo sabíamos. Pero ahora sabemos también que es una mujer sorprendentemente cobarde y paradójicamente asustadiza. Una dirigente política señalada por su renuncia y su miedo que ya nunca podrá convencer a nadie. En cuanto el panorama se ha puesto oscuro se ha fugado y ha elegido  refugiarse en un paraíso fiscal que no pertenece a la UE y que reniega de la extradición. Valiente  forma de coherencia.

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