Opinión

Saben aquel que diu

¿Saben aquel que diu: Barcelona es bona si la bossa sona”, y aquel estribillo de la canción de Gurruchaga: “Viaje con nosotros a ningún lugar?” Pues lo primero explicaría que una ciudad rica, cosmopolita, bilingüe y emprendedora, no quiera independizarse de España, y por ende de Europa, y junto con gran parte de Tarragona pudieran fundar la comunidad autónoma de TABARNIA, al margen de Catalunya, o en su caso vuelvan al histórico Condado de Barcelona con el lema: “Barcelona is not Catalonia”, mientras que los territorios rurales del interior ilerdense y gerundense con su aldeano ensimismamiento pretenden llevar al resto al desierto de la independencia, por el rito zulú, en una especie de phubbing garrulo, en un viaje en burro colgado de la locomotora del alineamiento, sin entender el algoritmo de Euclides.
Es el enfrentamiento entre el territorio abierto y litoral y el paletismo del interior, a lo que cabría aplicar aquel otro estribillo “Todos los paletos fuera de Madrid”, de la época de la “movida”, pero en versión barcelonista. También podría ocurrir en Andalucía entre Almería o Huelva y las provincias del interior, lo que pasa es que muchas de éstas prefieren seguir actuando como garrapatas, subvencionadas con su PER, a consta de las más vigorosas. Mientras que Sevilla que tiene una personalidad acusada, podría constituir la ciudad-estado de Hispalis. Pasa en Galicia, en donde las pujantes provincias atlánticas tienen que seguir transfiriendo fondos al desierto verde de Lugo y Ourense. Claro que aquí quienes insuflan el capital son nuestros queridos ourensanos de la diáspora, sin los cuales no se podría constituir la “Tabarnia Atlántica”.
Pero salgamos al exterior y veremos el origen del Brexit o lo que llevó en Estados Unidos al triunfo de Trump. En el primer caso, en Londres la permanencia en la Unión Europea ganó por diez puntos, y es que la capital británica es abierta e internacional, que en nada se parece a las herméticas y deprimidas ciudades norteñas o a Irlanda del Norte y Escocia. En segundo lugar, qué parecido puede haber entre el Nueva York liberal y dinámico, con su Wall Street y sus rascacielos y sin embargo unido a los granjeros de las praderas de Wyaming que votan a Trump.
No cabe negar que la falla más grave de la sociedad europea es el abismo que se abre entre ricos y pobres, lo que ha dado lugar a graves conflictos sociales, que solo se resolvieron con la transferencia de riqueza, o sea aplicando la solidaridad con los más desvalidos, pero hoy el mayor problema es el nacionalismo exacerbado de unos tipos básicos que mezclan los chacras. Parecería que una ciudad cosmopolita es lo contrario de una ciudad independentista, por encima de ser rica o pobre. Además, como dijo Cicerón: “No hay absurdo que no haya sido apoyado por algún filósofo”.
Igualmente, parecería que son los “bordeline” con su síndrome de Pollyanna los que quieren dirigir el mundo y llevarnos a su ámbito de simplicidad con su jerga y costumbres propias y excluyentes. Vamos, que quieren que todos nos parezcamos al Cletus Spuckler de los Simpson; pero lo realmente preocupante, y esto es serio, es que hay alguien o “alguienes” (Rusia y China, tal vez) interesados en desmembrar Europa. Habría que preguntarse, como en criminología, por el “cui prodest” (¿A quién beneficia?).
 

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