Opinión

Retrato de un líder

He tenido la suerte de compartir recientemente mesa y manteles con un elegido grupo de veteranos del partido socialista a los cuáles les ocurre algo parecido a lo que me ocurre a mí. A ellos probablemente por ser militantes de un partido veterano y emblemático. A mí, con toda seguridad, por ser igualmente veterano, si bien mi condición de periodista y mi apuesta vital y eterna por el libre albedrío me ha impedido convertir mi tendencia de pensamiento en militancia. En todo caso, disfrutar de la sabiduría de aquellos que han estado tanto tiempo en la pomada produce muy buenos resultados, y si yo fuera uno de estos u otros supervivientes de los viejos tiempos, pondría un tenderete y cobraría por ser escuchado.
Lo que les pasa a muchos históricos, es que están serenamente compungidos por lo que les está tocando apechugar bajo la inquietante batuta de Pedro Sánchez, un sujeto del que, personalmente, no soy precisamente entregado partidario.  Acostumbrado a dirigentes antiguos hechos de buena materia y con un sentido muy firme y muy profundo del Estado, la senda que ha tomado Pedro Sánchez resulta, además de incomprensible, imposible de aceptar, y ahí los tenemos planteándose cada día el modo de resolver la eterna duda de cómo dedicarle la debida fidelidad a su partido de toda la vida sin tener que soportar las excentricidades impresentables de un secretario general que ha decidido despreciar el catálogo de principios que distinguió a la veterana formación desde los tiempos fundacionales hasta ayer mismo. Hasta que ha llegado Pedro Sánchez y ha resuelto anteponer las ambiciones propias a la imprescindible función de servicio al país en la que el PSOE de antaño se distinguió de una manera firme e inequívoca como partido institucional, constitucionalista, leal e intachable. Sánchez ha impuesto no colaborar en la aprobación de los Presupuestos y ha obligado a tirar del PNV para cumplir el objetivo, aunque esta situación propicie injusticia, discriminación, asimetría y un puñado de lacras más. 
Sánchez no es más listo que los demás e incluso yo apostaría por considerar que es todo lo contrario, pero salió en su momento por una ventana y se embarcó en una sucesión de carambolas que le permitieron volver a entrar por ella. Nunca será un líder respetable ni se ganará el aprecio del electorado, pero ahí está. Pontificando, riñendo a los demás, impartiendo doctrina, mandando a Albert Rivera lo que tiene que hacer, criticando a todo aquel que se le pone por delante sin que tenga la más mínima autoridad para hacerlo, y firmando encuestas permanentemente a la baja.  Hará lo que quiera, pero lo hará mal. Mientras le dejen, claro…

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