Opinión

La responsabilidad de Rajoy

Uno de los más sorprendentes –y a mi entender, insólitos- efectos de la deriva secesionista de la región catalana, promovida al tiempo por la derecha nacionalista, sus socios antisistema y otras variedades desde los bolivarianos y nacional-republicanos de por allá, es la actitud justificadora, comprensiva y reverberante de algunos españoles de otras partes del país, especialmente de algunos que se expresan de manera regular en los diversos medios, a quienes parece haberse inoculado el contagio de la fiebre de parte de aquella población.
Con independencia de que cada uno opine lo que le parezca, cuesta entender que a nadie se le ocurra, con sentido de la medida de las cosas, comprender, justificar o promover la serie de fundamentos en los que se construye el discurso separatista: el del victimismo. O, lo que todavía sorprende más, asumir o señalar como culpables de esta situación a quienes en todo caso, de lo que se les puede acusar es de no haberla contenido con las medidas en su mano, defendiendo y no rindiendo al Estado, que por lo visto era lo que había que haber hecho para evitar el inevitable conflicto.
Ya me aburre argumentar que dentro del Estado de Derecho en que convivimos, una persona residente en Cataluña no se diferencia jurídicamente de otra que lo haga en A Gudiña, Barbate o Palencia en otra cosa que su vecindad civil; es decir, en el marco que define las competencias del Estatuto de su región y, en su caso, la existencia de instituciones de Derecho Civil foral. Y nada más. Y a partir de ahí, discutamos por qué los catalanes (es decir lo que viven en Cataluña) han de ser tratados de modo distinto al resto de los españoles
¿Quiénes son acaso los catalanes, sino los españoles que viven en Cataluña (incluidos los extranjeros nacionalizados)? ¿O lo son los descendientes de los franceses enviados por Carlomagno para formar la Marca Hispánica y las sucesivas oleadas de franco-carolingios? No puede ser, sería un argumento étnico. O sea, que incluidos los renegados que ahora maldicen el origen de sus padres como corresponde a los conversos, los catalanes no son otra cosa, insisto, jurídicamente, que las personas que tienen vecindad civil en Cataluña con independencia de su origen.
Aconsejaría a estos justificadores de que el Estado debe claudicar ante una parte de Cataluña la lectura de los respectivos discursos de Don Manuel Azaña y de Don José Ortega y Gasset en la discusión del Estatuto de Cataluña de la II República. Frente a la buena voluntad de Azaña me quedo con el realismo de Ortega: “El problema catalán no tiene solución y los españoles hemos de acostumbrarnos a conllevarlo”.
Una gran parte del discurso catalán se vaya el victimismo, el memorial de agravios y la reclamación permanente. Hasta el moderado Cambó siguió este guión en su tiempo, si bien comparado con estos de ahora era un “españolista”. Y sobre todo, ese discurso se basa en la reinvención del pasado para justificar el presente o la adulteración de la historia. En su aspecto económico, el propio Vicens Vives lo constató en su análisis sobre los efectos del Decreto de  Nueva Planta y otras trapacerías del nacionalismo catalán. Si ha habido en  España dos comunidades especialmente mimadas por el franquismo fueron las provincias vascongadas y la región catalana. Sólo un dato: en los años sesenta, mientras gallegos y andaluces emigraban, el Estado, intervenía los fondos de las Cajas de Ahorros a dónde enviaban sus ahorros, para construir las autopistas catalanas. Y un kilowatio transportado desde una presa de Galicia, tras inundar un valle, costaba lo mismo en las Ramblas que el pueblo de donde procedía, en tanto el gasto de su transporte era asumido por todos los usuarios. La política arancelaria estaba pensada en función del interés de Cataluña y así hasta e infinito. Y ni digamos la descomunal diferencia que recibe Cataluña en cuanto a la financiación autonómica con respecto al resto de las comunidades. Desde hace cinco años, las autonomías han recibido algo más de 203.800 millones de euros a través de distintos mecanismos de liquidez, según el Ministerio de Hacienda. Cataluña -con 62.952,4 millones- y la Comunidad Valenciana acaparan la mitad de esos recursos. ¿España nos roba? ¿Es que hemos olvidado que el inicio del proceso que vivimos se fragua tras la amenaza de Mas que pedía más dinero o un pacto fiscal con el Estado de promover la independencia?
Coincido con algunos analistas en que uno de los responsables de la situación actual es Rajoy. Pero en sentido contrario al que se le atribuye. Para mí, el proceso actual se desencadena en el momento en que Zapatero les da alas, al proclamar aquello de que “el concepto de nación en discutido y discutible” y lo remata al decirles “manden lo que sea que Madrid lo aprobará”. Y lo mandaron. ¿Cómo se puede criticar al Tribunal Constitucional que aplicara la Constitución con la que aquel interminable Estatuto era en parte incompatible?
Se dice que Rajoy es responsable, que ha creado más nacionalista, etc. Cierto que es responsable, pero no por haber rendido al Estado ante los secesionistas, sino por no haber aplicado a tiempo las medidas que la Constitución prevé para que las cosas no hubieran llegado a este punto. Y si el choque de trenes era inevitable, por lo menos adoptar las medidas adecuadas para que el de los separatistas tomara la velocidad a la que ahora avanza. Esa es la responsabilidad de Rajoy a mi entender. Y no otra.

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