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El respeto que Sergio se ha ganado

Sergio Álvarez volverá a cerrar la actual temporada siendo el portero más utilizado por Eduardo Berizzo.
photo_camera Sergio Álvarez

El club vende una idea y ejecuta la contraria

Hace lustros que soy un descreído. Detrás de cada apelación al corazón, hay una razón económica. En el caso del fútbol, he llegado a asumirlo como parte inherente a este deporte cuando se habla de la élite. Es lógico: mueve montañas de dinero y genera, a su alrededor, multitud de intereses. Los clubes no sólo funcionan cada vez más como empresas sino que se vanaglorian de ello. Desde que se convirtieron en sociedades anónimas deportivas, ésa es la consecuencia esperada. Asumido está, pues, que los aficionados son, en el mejor de los casos, clientes, y en el peor, meros telespectadores. Nada que objetar desde el raciocinio.
Sí hay mucho que objetar cuando, para hacer ese negocio, se apela al corazón y los sentimientos de los aficionados. Cuando se apunta cada campaña de publicidad de los clubes a tocar ese sentimiento de identificación irracional entre cada equipo y su afición más fiel. En este caso, ese sentimiento que se desprecia en la gestión para funcionar como una empresa, cobra valor al generar una clientela fiel incluso cuando se la maltrata. Si no hay sentimiento en el día a día, que no se apele al sentimiento en tales casos.
No es éste ningún desahogo. Es la constatación de algo más que real. No es una queja. Ya he dicho que soy un descreído. Sí es un lamento que nace de un gesto más de esa ambivalencia, en este caso del Celta: pregonar a los cuatro vientos que Sergio Álvarez, como representante fidedigno de lo que un canterano puede llegar a lograr a base de sumar mucho trabajo al talento, sería bien querido en el club casi de por vida y, a continuación, ofrecerle un solo año de contrato para renovar.
No pido, porque sé que es un absurdo en el fútbol profesional, un cheque en blanco para el portero. Ni tan siquiera entro, por desconocimiento, en las cuestiones monetarias de esta oferta –aunque se podría hablar largo y tendido de lo que cobraba el de Catoria en comparación con el resto del plantel hasta hace apenas nada–. Sí digo que Sergio se merece, posiblemente más que ningún otro miembro de la plantilla, el respeto suficiente como para no vender una cosa y hacer otra sobre su renovación en el club de su vida. Si no se cuenta con él porque tiene 31 años  o porque no convence, se ha ganado el derecho a ser excepcionalmente claro con él privada y públicamente.
La edad es factor determinante al hablar de renovaciones. Pero con todos los respetos a Wass –básico en lo futbolístico–, por ejemplo, Wass no es Sergio. El de Catoira lleva 14 años en el Celta. Eso pesa. O el propio Celta dice que pesa. Pero soy un descreído. Creo.

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